Días de radio…


dias-de-radio

Estaba ubicado en un lugar privilegiado de la sala, estratégico. Se puede decir que era parte importante de la familia y gozaba del respeto de todos por su importancia en nuestra vida cotidiana. El de nuestra casa era marca General Electric y acusaba un diseño vanguardista para la época; eso era lo que pensaba al compararlo con el que estaba en casa de mis abuelos -y en la de algunos de sus amigos a los que me obligaban a visitar o a los que debíamos llevarle alguna encomienda de la abuela que casi siempre era un plato con un dulce o una cantina con aquellas delicias que preparaba y respondían al nombre de arroz con pollo-.

Se trataba del equipo de radio.

El nuestro se encendía bien temprano en la mañana y su función era cronometrar el tiempo en que debíamos estar disponibles para marchar mi hermano y yo a la escuela y mis padres al trabajo. Esa pauta temporal, el cálculo sistémico y exacto de cada segundo o minuto y en qué debíamos emplearlo lo definía la emisora Radio Reloj. Nunca olvidaré la frase mágica de mi madre cada mañana al despertarme:  “Vamos que se hace tarde… la leche está en la mesa… lávate los dientes… ponte bien el uniforme y revisa los libros… te quedan veinte minutos… mira que tarde te ha cogido… ¿qué hora dijo la radio…?” Todo eso en un intervalo de cinco minutos, cinco minutos de acuerdo a su percepción, pero Radio Reloj solo había marcado dos.

Imagino que esa sería la escena en muchos hogares de esta ciudad en aquellos años sesenta y setenta, incluso en los ochenta hasta que un buen día Radio Rebelde fundó la revista Haciendo Radio; pero ahí llegaremos.

A la radio debíamos muchos nuestra actualización de lo que estaba ocurriendo en materia de música. Y el “liderazgo” de esa época estaba en manos del programa Nocturno que transmitía Radio Progreso después del “programa de Rita y Paco”; es decir Alegrías de sobremesa. Si Nocturno era la actualización musical Alegrías... era el programa que unía a la familia por media hora; sobre todo a los mayores y a los niños de la casa, lo que no excluía al resto de los integrantes de la misma por muy ocupados que estuvieran en otros asuntos.

Quién no recuerda aquella frase del encargado del edificio para dar su aprobación ante alguna novedad “equelecuá”; la justificación de Alejito “el penoso” sobrino de la tía Carola la que se comió el gallo para mantener una relación de noviazgo de cerca de diez años, y la inolvidable sentencia de Paco para dar por concluido todo “¡Qué gente caballero, pero qué gente…!” Hubo otros personajes, otras presencias como las del guajiro Melesio y su mujer Valeria; la nunca aparición de Sandalio “el volao” novio de Estelvina… y así haríamos larga esta enumeración.

Pasaron algunos años y nuestra familia contó ahora con un segundo radio que fue destinado al cuarto de mis padres, aunque muchas veces hacía el trayecto del cuarto a la cocina o al portal; sobre todo cuando había juego de pelota y este coincidía con la novela de turno en televisión.

El segundo aparato era “portátil” y además funcionaba con baterías. Su marca era VEF y procedía del campo socialista. Este, a diferencia de GE no necesitaba traumatismos para sintonizar las emisoras (al GE le ayudaba en su precisión un fuerte manotazo en su borde superior como estímulo) y además era “transitorizado”; una palabra que para muchos de nosotros no decía otra cosas que no fuera se acabaron los bombillos de válvulas y el calor.

Por decisión familiar este radio nuevo sería el encargado de iniciar el día en materia de información; aunque debo decir que su función era estimular el sueño de mi padre que lo conseguía escuchando Radio Reloj toda la madrugada.

Ese segundo aparato me dio la posibilidad de ganar mi primera independencia sonora al descubrir la programación de la emisora Radio Liberación y poder escuchar su programa Now; o entrar en el fascinante mundo de la música instrumental al descubrir la programación de Radio Enciclopedia. Sin proponérmelo estaba en los dos extremos del dial: de una parte me actualizaba con la música de mi tiempo y de otra parte ganaba en cierta cultura musical.

Gracias a Enciclopedia descubrí el sonido del trompetista Elpidio Chapottín en aquellas versiones de música cubana que grabara con las orquestas EGREM o del ICRT; también por su programación descubrí que había al menos tres músicos de apellido Pichardo; y algo muy importante comencé a acercarme a la música de importantes compositores de todos los tiempos; sobre todo a Ravel y a Debussi por las versiones que de sus obras hacían músicos como el francés Paul Morriat o en inglés Raffael Coniff, o simplemente Raif Connin. Pero mi espacio preferido era Cita en enciclopedia sobre todo cuando se dedicaba a la música del norteamericano Barry White.

No voy a negar que la radio, sobre todo la anterior emisora, fuera un gran aliado en los momentos que debía preparar un examen. Estudiar en la madrugada, permitía disponer de cierta paz doméstica y social inenarrable y los programas de radio que escuchaba, aportaban cierto equilibrio a ese momento.

Pasaron los años y un buen día descubrí que Radio Rebelde tenía una propuesta interesante en las mañanas; una revista dinámica, audaz y que enfrentaba la monotonía de Radio Reloj y me suscribí a ese programa para comenzar mi mañana y para mi satisfacción mi padre me secundó en la idea; aunque debo decir que mi madre siguió confiando en Reloj y confrontaba la exactitud horaria de una emisora con otra.

La vida, con esa capacidad de sorprendernos, un día me puso ante los micrófonos de Radio Rebelde –Haciendo Radio fue mi debut—para hacer comentarios sobre música y me ofreció la posibilidad de escribir notas sobre música para Radio Reloj, sobre todo para la Revista Semanal que se transmite los domingos. Solo me quedaba el enano de Radio Enciclopedia, hasta un día en que una amiga me ayudó a copiar de sus archivos toda la música de Barry White que atesoraban.

Para comienzos de la era digital en mi casa paterna ya no existían ninguno de los dos radios que antes les mencione. Habían sido sustituidos por el del equipo de música integrado (3 en 1) y Radio Reloj seguía siendo la emisora de cabecera de ellos. Por mi parte, ahora disponía de radio en mi teléfono inteligente y las emisoras en FM marcan mi acercamiento, aunque debo confesar que dedico más tiempo a escuchar música almacenada que a seguir programas de radio.

Solo me queda el consuelo de que al revisar mis memorias hay un lugar para ese medio de comunicación que algunos llaman artesanal pero que en mis primeros treinta años de vida definió gustos, intereses y sobre todo modeló mi comportamiento como ser social: la radio.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte