El Cano, un fragmento de identidad cubana (III)


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Portador de un rico patrimonio cultural que en el tema urbano arquitectónico encuentra su origen el 10 de septiembre de 1723, el poblado de El Cano recibe el triunfo revolucionario y de manera inmediata da inicio a un período de cambio y transformación que lo inscribirán en la historia patria como el Primer Pueblo Socialista de Cuba antes de que culmine el primer lustro. Resulta sustancial, sin embargo, que nos asomemos al sistema de hechos que enriquecen su expresión a partir de sus cimientos, de esa historia que, como hemos ilustrado en los anteriores trabajos, murmuran sus más antiguas edificaciones. En el ámbito cultural El Cano escribe páginas de relevancia nacional, pasajes en los que sus hijos se erigen en principales protagonistas.

Una de las primeras páginas de gloria se manifiesta en el ámbito religioso, cuando entre finales de enero y los primeros días del mes de febrero de 1959 monseñor Manuel Rodríguez Rozas es designado vicario foráneo de la Parroquia de Marianao, con sede en El Cano y Arroyo Arenas, reconociéndole como un “culto, dinámico y ejemplar sacerdote”, al tiempo que se le distingue como “Uno de los clérigos más connotados en la resistencia cívica contra la tiranía, dándole asilo a más de 50 revolucionarios” (1); avales que nos llevan a comprender las felicitaciones que recibe por la solemne misa que dicho sacerdote ofreció el sábado 25 de julio de ese año a los héroes caídos de la Revolución en la Iglesia Catedral de La Habana; ceremonia que fue “presidida por el Presidente de la República Dr. Osvaldo Dorticós y el Primer Ministro del Gobierno, Dr. Fidel Castro”. (2)

En esa combinación de religiosidad y sentido político se enriquecieron las festividades carnavalescas en los primeros días de julio de 1959, bajo el nombre “Operación Alegría” y  la organización de la Comisión del 26 de julio, presidida en El Cano por Ramón Hernández. Los festejos contaban esta vez con un programa que abarcaba todo el día. En horas tempranas, a las 6 de la mañana se despertaba a los vecinos con una diana mambisa y a las 10, en la Iglesia Parroquial, se ofrecía una misa “en memoria de los mártires de la Revolución”. En la sesión de la tarde, a las 2, se convocaba a las ya tradicionales competencias de autos sin motor;  y a las 6, uno de los espectáculos más esperados por la población: la coronación de la reina del carnaval El Cano 1959, que en este año recaía en “la señorita Celina Montesino a quien acompañaran sus damas de honor las señoritas Migdalia Bello y Esther Blanco”; al finalizar, se iniciaba el paseo de carrozas y comparsas por las principales calles de la localidad. Como cierre de los festejos se organizaron, a partir de las 10 de la noche, los bailes públicos con destacadas orquestas. (3)

Pero fueron los sucesos del 29 de mayo de 1962 los que marcaron definitivamente el lugar de El Cano en la historia de la Revolución Cubana; hechos cuyos detalles cuentan con pesar los que vivieron aquellos días. Junto a las tradiciones heredadas del período republicano se encontraba el juego en sus diversas formas y a pesar de las prohibiciones establecidas por el Gobierno Revolucionario un grupo de jóvenes se reunió para asumir a escondidas dicha práctica; pero fueron sorprendidos y la confusión de unos y otros ocasionó la muerte a uno de ellos. El hecho ocasionó un notable descontento entre los vecinos, quienes tomaron la decisión de guardar luto dando cierre a los establecimientos comerciales y colocando en las ventanas de las casas una cinta negra. Interpretado el acto como rezago del pasado por unos  y, como apunta el historiador Fernando Inclán Lavastida, como pretexto “un hecho absolutamente accidental” por otros; se suscitó una “algarada contrarrevolucionaria”. Ante este hecho el Poder Revolucionario organizó la Asamblea General del Pueblo, integrada por los más humildes, que en Asamblea General del Pueblo eligió una Junta Económica  Local que procedió a la nacionalización de la mayoría de los establecimientos e industrias de la localidad. El 11 de junio de 1962 marcó un antes y un después en El Cano, pasando a ser considerado el poblado un experimento en la transformación social, hecho que perpetuarían no solo en la valla que da entrada y salida en dirección al Wajay, sino también en el nombre otorgado a la panadería ubicada en el entorno del parque: “11 de Junio”.

Los cambios urbanos arquitectónicos no se hicieron esperar y bajo la égida de la Revolución El Cano resignificó algunos de sus espacios; primero desde lo sociocultural y más tarde con la entrega de obras que desde lenguajes cargados de contemporaneidad engrandecieron los valores patrimoniales del poblado.

Destacan entre las primeras, con un fuerte arraigo, el tradicional Festival de los Alfareros durante los días 20, 21 y 22 de septiembre de 1963; ocasión en que se presentó en el Parque Central una exposición de fotografías bajo el tema de obras de la alfarería, opción que dialogaba con la presentación de artesanos de esa manifestación que demostraban sus habilidades ante el público. Apenas unos días después, el 11 de octubre, quedó inaugurada la biblioteca “Conrado Benítez”, en un inmueble rehabilitado en la calle 85 no. 28223, esquina a 284. Dentro de estas rehabilitaciones se inscribió también un Círculo Infantil en la finca “Graciosa”, el 19 de enero de 1964, a la salida del pueblo en dirección al Wajay.

Ingresando nuevos imaginarios urbanos el 9 de noviembre de ese año, 1963, los habitantes de El Cano tuvieron la ocasión de presenciar el preestreno en Cuba del Conjunto Acrobático Chino “Wu Jan”, que se hacía acompañar de una exposición de la cultura de aquella nación en la referida biblioteca y, apenas un mes más tarde, entre el 2 y 8 de diciembre, celebraba el poblado la primera semana de la cultura.

Pero la primacía como documento histórico de esta etapa se inició con un proyecto que los vecinos recuerdan bajo el nombre “Las Casas Balcázar”, consistente  en la construcción de cuatro casas en la calle 286 para acoger a los propietarios de las ubicadas en la calle no. 284, en las inmediaciones del parque, que serían demolidas para construir el Círculo Social Obrero. Con esta intervención se rompía en el entorno del parque la unidad de conjunto arquitectónico y sus habitantes perdían la sede de la Sociedad de El Cano, la casa de Juan Bello, la de Pedro Trabuco ?con su bar?, y la de Ruano, para recibir a cambio, en un lenguaje arquitectónico de suma modernidad, el Círculo Social Obrero Roberto Alegrín, inaugurado el 25 de diciembre de 1963, novedad que subrayaría la construcción de la Secundaria Básica en la calle 288, en 1964.

Un detenido mirar al Círculo Social y a la Secundaria Básica de El Cano revela una asombrosa conexión entre estas obras y la Escuela Nacional de Arte (ENA) en el antiguo Country Club de La Habana,  Monumento Nacional según resolución no. 03, del 3 de noviembre del 2010; particularmente con las Escuelas de Danza y Artes Plásticas, ambas a cargo del arquitecto Ricardo Porro. El uso de ladrillos y la bóveda catalana, en correspondencia a la cultura alfarera de El Cano, convierte al patrimonio local en signo de lo nacional, según los presupuestos teóricos tenidos en cuenta para la ENA. La construcción de las Escuelas de Arte, mayormente entre 1961 y 1963, coloca temporalmente a las obras de El Cano en estas coordenadas. ¿Posee El Cano ejemplares del quehacer de Ricardo Porro?

Si tomamos en consideración que el proyecto de la Secundaria combinaba aulas teóricas, laboratorios (de Física, Química y Biología) y taller de Artes Dramáticas, validando un ambiente de formación integral en los estudiantes, y que el Círculo Social exigía de espacios polifuncionales, presupuestos básicos de la ENA, entonces como aquella, las obras de El Cano analizadas están ineludiblemente ligadas al sistema de símbolos revolucionarios en la arquitectura cubana. Asomémonos a sus lenguajes y reconozcamos cuanto de unidad hay en ellos. 

No es preciso señalar el continuo deterioro en el que ha estado inmerso el patrimonio cultural de El Cano; aunque no hay que olvidar el florecimiento iconográfico que causó la celebración por el centenario de la Guerra del 95. Para la ocasión el Comité Organizador del Municipio de La Lisa erigió dos tarjas, al comandante del Ejercito Libertador Carlos Marrero Brito, muerto en combate; y a Clara Rivero Roque.

Súmase a ello el dialogar de El Cano con las nuevas inversiones, como la sede de las Tiendas Panamericanas en la intercepción de la avenida 85 y la calle 286, renovadora no solo en el lenguaje arquitectónico sino también en su connotación económica y cultural; así como la iniciativa constructiva de particulares cuya religiosidad popular le llevan a colocar un altar en la fachada de la casa como respuesta exvotista. La producción alfarera marca con sus anuncios la imagen al forastero, un hecho que encuentra expresión estética en las figurillas que bajo los presupuestos del arte naif se ofrecen a la salida del pueblo para ambientar jardines y patios.

Se respira una auténtica atmósfera patrimonial en El Cano, autenticidad que avala su continuo diálogo con la modernidad de los diferentes tiempos históricos que le han acompañado. Cuidemos sus valores.

 

 

NOTAS:

 

(1) El Sol, 50(23): 9, Marianao, lunes 9 de febrero de 1959.

(2) “Brillantes palabras de monseñor Rodríguez Rozas en la catedral”, El Sol, 50(48):3, Marianao, lunes 3 de agosto de 1959.

(3) “Operación alegría en el pueblo de El Cano”, El Sol,  50(43):3, Marianao, lunes 29 de junio de 1959.


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