Francisco Covarrubias, un creador que había nacido para hacer reír fallecía abandonado y triste un día como hoy del año 1850 en La Habana, dejando como huella en el mundo el teatro vernáculo cubano y el costumbrismo en la literatura nacional.
Nació en la capital cubana el 5 de octubre de 1775 y recibió una importante educación; fue bachiller en Derecho, estudió Latín, matriculó Filosofía y Medicina, carrera en la que tuvo como mentor al doctor Tomás Romay; concluyó sus estudios y ejerció como médico cirujano en un ingenio habanero.
Pero su real vocación era el teatro; con solo 17 años organiza con sus condiscípulos una compañía de aficionados que se presentaba en un pequeño teatro de la calle Jesús María, de la Habana Vieja, y donde Covarrubias hacía el papel de galán.
Siguió fiel a su vocación y debutó a los 25 años el 2 de noviembre de 1800 en el Circo teatril; cuenta la leyenda que su familia esa noche se cerró de luto porque para sus parientes, orgullosos del hijo médico, significaba que había enterrado su futuro.
Había respondido a la convocatoria de un contratista de espectáculos de la época que buscaba actores jóvenes; dicho empresario lo convenció de integrar el elenco cómico ante la carencia de histriones de este corte; fue así que el gran Caricato cubano emprendió el camino del difícil arte de hacer reír, el cual desempeñó como nadie durante su larga trayectoria.
La agrupación a la que pertenecía, comenzó a ser llamada Cómicos del país y alternó con una compañía Operática francesa que se presentaba en El Circo; la prensa del momento destacaba que había nacido el primer actor de carácter jocoso de los teatros de La Habana.
La compañía en 1803 pasa a llamarse Cómicos habaneros y se alejan de lo circense, para más adelante sufrir otra transformación; Alejo Carpentier asegura en su obra La música en Cuba: «(…) en los precisos momentos en que el sainete y la tonadilla escénica pierden su fuerza y vigencia, nace de una fusión y transformación de ambos, el teatro bufo cubano», para más adelante asegurar que Covarrubias contribuyó de manera decisiva a la construcción del teatro típico criollo y que comprendió a su vez que los personajes debían de ser también criollos.
Comenzó a escribir sus propias obras teatrales a partir de 1810, y la nómina de estas es extensa; desde el propio título tenían sello de cubanía y profundo tono criollista. La comicidad las distingue, lograda a través de la sátira y la parodia; llevó a las tablas historias con temáticas asociadas a la situación política de la Cuba del siglo XVIII, en décimas, canciones, sainetes y entremeses.
El también nombrado Padre del Teatro Cubano sustituyólos personajes habituales, afirma Rine Leal, gran estudioso del trato nacional, por «tipos populares (guajiros, monteros, carretoneros, peones, entre otros), quienes encarnaron el choteo y lo populachero, un poco para intentar aproximarse al donaire del ser cubano».
Sus piezas, entre ellas El forro del catre, No hay amor sin dinero, Las tertulias de la Habana, El gracioso sofocado, La feria de Carraguao, Esto sí que es chasco, El tío Bartolo y la tía Catana, fueron alabadas por la crítica especializada de aquellos años, pero infelizmente, sus textos no se conservan, solo se tienen referencias la prensa de la época y otros documentos.
A la par comenzó a intercalar composiciones musicales cubanas, muchas de las cuales conquistaron una gran popularidad, por lo que se considera además uno de los precursores del teatro musical cubano.
Por otra parte es el responsable de la integración del negrito a la escena cubana, pues hizo estos personajes desde 1812, por lo que Rine Leal, asegura que «inauguró la tradición de los minstrels norteamericanos, disfrazándose de negrito antes de que lo hiciera su creador Thomas Rice»
Con sus piezas triunfó no solo en La Habana, sino en muchas otras provincias del país como Matanzas y Cienfuegos donde fue ovacionado, convirtiéndose en el actor más popular de su época dentro del teatro cubano.
En la década del cuarenta del siglo XIX, el éxito de Covarrubias declinó y el extraordinario actor se dedicó solo a la escritura; se retiró oficialmente de las tablas en 1847, y casi tres años después, el 22 de junio de 1850, falleció en La Habana, a los setenta y cinco años de edad, sin aplausos ni glorias.
Francisco Covarrubias es la personalidad más emblemática del teatro de la isla, con una obra auténtica y personal que fundó el teatro vernáculo cubano y que fue semilla del desarrollo ulterior de la dramaturgia nacional.
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