Guillermo Rodríguez Rivera: Cuando un amigo se va


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Durante la pasada Feria Internacional del Libro, publiqué un artículo por este medio digital, titulado “Réquiem por los que no pudieron estar en la Feria”

 

Vladimir Zamora, Juan Carlos Flores, Mario Martínez Sobrino, Enrique Cirules, Thelvia Marín , Manuela González de los Ríos, Luisa María Dapresa y Aurora Martínez ya no estarán más con nosotros físicamente. Voces de generaciones diferentes que siguieron el rico legado literario de una tierra donde  la poesía, la narrativa y el ensayo afloran como las palmas como si la condición de ser isleños predispusiera a los nacidos aquí para el arte de escribir. 

Guillermo Rodríguez Rivera estuvo presente  a través de El libro Rojo, su enfermedad no le permitió acudir a la Feria de Artemisa donde sus conferencias sobre poesía y sus charlas sobre Luis Rogelio Nogueras eran esperadas años tras año.

Hay  tanto qué decir de Guillermo, el hispanista, tal vez uno de los profesores que más sabía en la Facultad de Artes y Letras de Literatura española. Cuando aquello ejercía una atracción irresistible entre nosotros, con sus poemas de amor, como aquello de Tómese dos corazones…, atracción que se acentuaba cuando llevaba a figuras de la literatura cubana, como Wichy a visitarnos en la clase. ¡Qué siglo de oro más sabroso, salía de su boca! “sabroso” por su cubanía a la hora de hablar de Góngora, Quevedo y tantos otros.

Durante años lo vimos en la televisión con aquel verbo seguro, comentando los libros que luego salíamos a buscar, pero la fase de él que más recuerdo en este momento fue la del asesor literario, el hombre que sin arrojo de pedantería era jurado de los talleres municipales, provinciales y nacionales. Recuerdo la vez que mi hijo Gustavo fue a competir con un Rap, seguro de que nadie en el jurado iba a saber de que era poesía urbana, etc, etc, me dijo al regresar con un segundo lugar: “ estaba uno de los poetas que más sabe de música y me dio una clase sobre hip-hop”. Y esa es otra faceta del Guille, que subraya su cubania, su amor y defensa de nuestro patrimonio musical, el bolero, el son,  y tantos otros géneros.

 Mas que un Maestro de generaciones fue un artista popular , siempre al lado del pueblo, enseñando y reafirmando ese acervo cultural del que hablaba Martí. “ Ser cultos es el único modo de ser libres”.

 Murió el Día Mundial de Internet, Cómo no vamos a extrañar su presencia en nuestras computadoras, su polémica con tantos otros colegas, su humor y hasta choteo como todo buen cubano.

A Marlen, su esposa, filóloga igual que yo, nuestro más sentido pésame y agradecimiento por dedicarse a él en cuerpo y alma. Su obra  ya es inmortal, quedan sus poemas, sus ensayos, su sonrisa y sobre todo su enseñanza en cada obra de sus siempre agradecidos alumnos.

 

 

 


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