Hay “Temas”, como dijera Sócrates


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Hace 25 años que surgió la idea, de manos de personas que miraban hacia esos referentes cubanos e internacionales donde el debate ha sido el eje de la existencia, y de esa idea que fue en el principio vino Temas, una revista que busca en cada número el mismo viso de novedad del nacimiento.

Pudiera creerse que en el panorama nuestro florecen proyectos parecidos, ya que el pensamiento crítico está en el deber ser (y contenido de trabajo) de las editoras cubanas, pero no escapamos a cierta venialidad que ve, en el rigor, algo ajeno al consumo masivo. Muchas veces vemos que se echan a un lado libros, de ficción y ensayos, bajo el pretexto de “ser densos” y asumimos así que ese público está poco preparado, que carece de interés por elevarse. Temas ha sido la némesis de ese vicio.

He visto a personas de toda índole, incluso vendedores ambulantes, leer dicha revista e interesarse por los debates que acontecen cada jueves de fin de mes. Por otro lado, noto en la intelectualidad que participa de esa ágora, la voluntad incluyente que el ágora requiere. Así que ni del lado editorial ni del participativo se sufre del viejo vicio clasista que determina a priori quien accede a la cultura o no.

Imagino que ese fue el primer hielo que rompió Temas, el de los prejuicios de una parte de los intelectuales y del pueblo mismo con inquietudes políticas, económicas y sociales. El rigor de la ciencia, que no la pose, dio al proyecto ese ingrediente, generó un lenguaje común que sin violentar las categorías teóricas tornó el mundo del debate más auténtico y popular. A eso se aspiraba en Temas desde el inicio de los tiempos.

Hay que agradecerle ese diapasón a Rafael Hernández, el director de la publicación, pero también al resto de los colaboradores y editores que sostienen ahora el deber del mantenimiento, de la calidad y del debate mismo. Se trata de un ejercicio de humildad, que trae a la sabiduría como un resultado directo y casi natural.

Lejos de la soberbia de un conocimiento prefigurado, la verdad es un suceso en construcción, de manera que nadie se siente en Temas como un poseedor de ese dictum irrevocable, muy al contrario, la primera vez que estuve en tales debates de los últimos jueves, fui invitado como un contertulio más a tomar la palabra.

Temas cumple 25 años y la edad no significa que hayan llegado a un punto de cúspide, sino que marca otros puntos de partida, ya que un proyecto así siempre está empezando, sobre todo porque se encarga de acompañar a procesos sociales complejos y álgidos, necesitados de la teoría sincera y abarcadora.

En tal sentido, hablamos entonces de un proyecto de corte renacentista, por la multiplicidad de voces y su esencia dialéctica. Como las estatuas de Miguel Ángel, Temas se niega a ser una estatua y en un gesto o un ceño nos enseña la vitalidad, esa que llama tanto a académicos como ciudadanos que usan su derecho a la opinión y el librepensamiento. La apertura al error, al asombro, condiciones clásicas del debate, hacen de este espacio la luz necesaria que lleva nuestra cultura, esa que en foros hemos defendido entre incomprensiones y que es fruto de una soberanía nacional.

Una revista como esta es imprescindible, como lo es también que abra su diapasón al país y convoque a intelectuales de todas las universidades, los cuales tienen mucho que decir sobre su particularidad, sin dejar lo universal. Si hay algo que pudiera enturbiar a Temas y que hasta ahora no lo ha hecho, es el elitismo de que padecen ciertos círculos clasistas en Cuba, cosa que Rafael Hernández, con su clarividencia, esquivó.

Faltaría además ampliar el alcance en tiradas, situar los debates en un margen mayor de público, quizás mediante la rotación geográfica de dicho espacio, pienso que sería bueno hacer un último jueves en cada una de las provincias. Solo así el país sabrá que Temas asumió la carga honrosa de los grandes debates, en tiempos en que nos quieren banalizar mediante “palitos presidiarios” y fake news en las redes sociales.

Incluso, el espacio de internet de Temas pudiera funcionar como un ágora permanente, donde de manera no presencial y cada día los internautas propongan diversos puntos, y se generen consensos en torno a verdades que interesan a todos los hombres y mujeres de pensamiento y acción sinceros. Esa revista hay que cuidarla, quererla.

Temas ejerce el derecho constitucional a la crítica desde la sensatez y, muchas veces, no concuerdan sus colaboradores con las líneas concretas existentes. Pero de eso se trata, de disentir en sano juicio, porque de allí nacen los elementos para el conflicto productivo.

En el argot se usan frases como “no hay tema” para evidenciar tranquilidad, asentimiento, pero en el caso de la revista en cuestión, habrá no solo temas, sino protagonistas, líderes honrados que desde su podio respetan e inspiran respeto. Tal es el reto de esta publicación, el mantenimiento de una línea ética en tiempos veniales, de tosco materialismo.

Situada en las antípodas de la superficialidad, contra todo elitismo, Temas se propone una cercanía con nuestra tradición de debate y a la vez una ruptura, en el conflicto va la verdad, y en esta el bien, como dijera Sócrates.


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