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José Martí, cónsul de Argentina en Nueva York


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Portada del libro José Martí Cónsul de Argentina

El 24 de julio de 1890, a pocos días de su renuncia, el presidente de la República Argentina, Miguel Juárez Celman, nombró a José Martí cónsul en la ciudad de Nueva York, cargo en el que el cubano se mantuvo hasta su renuncia el 11 de noviembre del año siguiente. Así, un año, tres meses y dieciocho días fue el tiempo exacto durante el  que desempeño ese puesto. Corto el período, si lo comparamos con el dedicado a similar posición como representante consular en propiedad de la República Oriental del Uruguay, que abarcó casi seis años. A pesar del espacio relativamente breve en la oficina consular argentina, tal responsabilidad no deja de tener importancia  en la vida de Martí, por más de una razón. 

En primer lugar, el propio hecho de su designación indica el reconocimiento del gobierno del Plata al  que, con sus dos decenas de crónicas acerca de la Conferencia Internacional Americana de Washington, había destacado Martí con frecuencia dada la postura argentina claramente opuesta a los designios hegemónicos de Estados Unidos, el país convocante del conclave. Sabemos que durante los varios meses que duró la reunión, el cubano Martí trató personalmente a Roque Sáenz Peña, quien encabezó la delegación de Argentina, y a Manuel Quintana, también delegado y ministro plenipotenciario en misión especial de aquel país ante Estados Unidos. 

En sus escritos para los diarios La Nación, de Buenos Aires, y El Partido Liberal, de México, Martí dio relevancia a la defensa del principio de la inviolabilidad de los estados hecha por Sáenz Peña, al igual que sus argumentos contrarios a las propuestas estadounidenses de una unión aduanera y de una moneda única continentales.  No es atrevido estimar que los informes de aquel a su gobierno y hasta sus gestiones personales  hayan contribuido al nombramiento otorgado a Martí.

Por otra parte, el Maestro era bien conocido en Argentina por su larga colaboración, desde 1882, con el mencionado diario bonaerense, y sus numerosas crónicas acerca de Estados Unidos con toda seguridad fueron leídas sistemáticamente por buena parte de los círculos intelectuales y políticos del país sureño, donde no es de dudar que se le apreciara como un excelente conocedor de la naciente potencia norteña.  Sabemos, por ejemplo, del muy favorable criterio acerca de aquellos textos de Domingo Faustino Sarmiento, sin dudas la personalidad intelectual argentina más reconocida en aquella época.    

Es lícito considerar, además, que la ejecutoria martiana en el consulado uruguayo haya pesado en las autoridades argentinas a la hora de decidir situarle en similar puesto. Nueva York era la urbe comercial, industrial y financiera más importante de Estados Unidos  y el creciente interés en ese país por la región latinoamericana hacía de ese consulado el de mayor relevancia dentro de sus fronteras y uno de los más destacados en las relaciones internacionales de aquella época. Era esa, pues, una posición significativa en la diplomacia argentina.

En segundo lugar, no es de desdeñar el volumen de trabajo que le aportó a Martí su nueva gestión, a la que se sumó seis días después —el 30 de julio de 1890— la asignación también del consulado paraguayo en la ciudad. Por tanto, por las manos del Maestro pasó desde entonces un alto volumen de información económica, comercial y diplomática de la zona del río de La Plata, la cual, sin lugar a dudas, alimentó sus saberes y preocupaciones acerca del mundo moderno, y, particularmente de las relaciones inmediatas y mediatas de nuestra América con Estados Unidos, asunto atendido por Martí desde muchos años atrás.

La volcánica actividad martiana debe haber elevado su temperatura de manera muy relevante durante el año que desempeñó las tres representaciones consulares, sin que por ello cesaran sus envíos de crónicas para la prensa hispanoamericana ni sus otras actividades sociales y patrióticas con la emigración cubana y de toda nuestra región en Nuevas York. 

Mas hay un tercer aspecto que no debe pasarse por alto en persona como Martí, que siempre puso su deber patriótico en primer plano, y que ante la amenaza hegemónica de Estados Unidos y los manejos anexionistas respecto a Cuba, requería de amplias y diversas relaciones con los gobiernos y los pueblos de América Latina, así como por los intersticios del aparato gubernamental  estadounidense. Los consulados, en consecuencia, le vinieron como anillo al dedo a esos efectos y para asegurar apoyos futuros para la lucha independentista insular. Y Martí supo aprovecharlos muy bien, hasta para situar a otros patriotas cubanos de su confianza en tareas semejantes, como Gonzalo de Quesada y Aróstegui, quien fuera secretario de la delegación argentina a la Conferencia Internacional Americana de Washington y luego cónsul de Argentina en Filadelfia.

El esfuerzo conjunto del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Centro de Estudios Martianos, ha entregado recientemente un libro titulado José Martí, cónsul de Argentina, Documentos. Al igual que hace algunos años sucedió con la labor consular de Martí en representación de Uruguay, esta obra es fruto de la colaboración del Minrex cubano con su homólogo argentino los que congeniaron las búsquedas en los archivos ministeriales de la nación del Plata de la documentación relativa al consulado martiano.

La cancillería argentina entregó copia de esa papelería, reproducida en su totalidad en este libro cuya preparación editorial estuvo a cargo de investigadores del Centro de Estudios Martianos.  Esos textos evidencian la diversidad y eficacia de las labores desempañadas por el cónsul de Nueva York y el tacto de su renuncia para evitarle complicaciones al gobierno argentino en sus relaciones con el español y para no enajenar la simpatía hacia Cuba libre que Martí buscaba en el país sudamericano.

La obra incluye una síntesis biográfica de Martí debida al desaparecido historiador Ramón de Armas y un breve texto escrito por Rodolfo Sarracino, investigador del Centro de Estudios Martianos, acerca de la visión de Argentina en la obra martiana. También se han incorporado en un anexo el extenso análisis sobre José de San Martín publicado Martí en 1891 en el  Álbum de El Porvenir, más las cartas de 1893 y 1894 de Estanislao Zeballos solicitándole su contribución para traducir al inglés la documentación argentina para ser presentada ante el arbitraje de Estados Unidos en la disputa con Brasil por el territorio de Misiones.

Por cierto, Zeballos fue el ministro de Relaciones Exteriores que había aceptado la renuncia de Martí al consulado ante la maniobra diplomática española que intentó poner a mal al Maestro y a Gonzalo de Quesada frente al gobierno argentino, al acusarlos de actividades inamistosas para la Península por las posturas patrióticas de ambos. Esa posterior encomienda de Zeballos indica, sin embargo, que había quedado una buena impresión de la lealtad y honradez de  la ejecutoria del cubano.

Finalmente se incorporan varios textos sobre Martí aparecidos en Argentina y la evolución de la normativa argentina del informe diplomático, por Guillermo Stamponi, quien se ocupó en Buenos Aires de las coordinaciones para organizar la obra. 

De este modo, el libro  José Martí, cónsul de Argentina, Documentos culmina felizmente una tarea que unió a argentinos y cubanos para mostrar los servicios prestados por el Maestro a la nación sureña, parte de su esfuerzo y de su voluntad  unificadora por los pueblos de nuestra América, y que es un ejemplo más de  los lazos que juntan a los pueblos de Argentina y Cuba.

 

 

 

 

 


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