La capital y el interior


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Recientemente, en el receso de un evento, una participante procedente de otra provincia cubana que no es La Habana, mostró su inconformidad por un término empleado por los organizadores del cónclave: los compañeros del “interior”, incluso, lo consideró ofensivo pues en su región, ese vocablo se torna cual sinónimo de un órgano biológico femenino con funciones muy específicas.

Realmente, la capital y el interior, es una expresión que tiene un origen histórico, es popular pero también ha sido oficial y forma parte de nuestra idiosincrasia. No es contemporánea, se le debe a la historia colonial.

La Habana, era la capital de la colonia, pero por aquellos años era, además, la puerta de entrada única al país de los visitantes extranjeros y hasta la puerta de entrada a toda la América Española pues por la política de puerto único, era el punto de concentración de la flota hispana desde sus colonias en este continente hacia España y desde esta metrópolis hacia el Nuevo Mundo.

Entonces, era definitivamente la entrada, y el interior del país, era el resto de la isla y del archipiélago. Tres caminos principales partían desde La Habana hacia las tres regiones del interior. Hacia el oeste de la capital era la Vueltabajo; hacia el sur, La Habana Interior y hacia el este, la Vueltarriba.

Para comunicarse con el occidente, existía el Camino Real de Vueltabajo, que partía de una de las puertas de tierra de la muralla, en la intercepción de lo que es hoy la Calzada de Monte o Máximo Gómez y Egido y Monserrate o Avenida Bélgica.

A su primer tramo se le llamó inicialmente Camino de Guadalupe, porque conducía al poblado de igual nombre; una vez urbanizado se le conocería como Calzada del Monte. El segundo tramo, desde el Puente de Chávez hasta el barrio del Pilar, se nombró Camino del Horcón (hoy forma parte de la Calzada de Monte). En lo adelante, continuaría como Calzada del Cerro, desde la intercepción con el Camino Real del Sur –la actual Esquina de Tejas- hasta los terrenos de Ciénaga y desde allí hasta el río Almendares, sería la Calzada de Puentes Grandes y a partir de allí, Calzada Real de Marianao, que a partir de 1954 sería la Avenida 51 y a partir de la Novia del Mediodía hasta Bauta, Avenida 251. El Camino Real de Vueltabajo llegaba originalmente hasta Guanajay y después se extendió hacia Pinar del Río.

A propósito, se le llamaba la Vueltabajo, a toda la región a partir del oeste del río Marianao o Quibú, que era el límite occidental del ayuntamiento de San Cristóbal de La Habana con la Tenencia de Gobierno de Santiago de las Vegas, la Vueltabajo, no era una entidad político-administrativa, sino una región geográfica que abarcaba parte de la Tenencia de Gobierno de Santiago de las Vegas desde La Lisa hasta Bauta y a continuación, hacia el oeste, la Tenencia de Gobierno de la Nueva Filipinas. Extendida hasta el extremo occidental de la Isla.

Para atravesar La Habana Interior, de norte a sur, lo que suelen llamar el istmo insular, por ser la parte más estrecha de la Isla, se trazó el Camino Real del Sur, que iba desde la intercepción con el de Vueltabajo, en las afueras entonces de la capital, hasta Batabanó. Administrativamente recorría la otra parte de la mencionada Tenencia de Gobierno de Santiago de las Vegas que se extendía por el sur hasta Batabanó e incluía la Isla de Pinos. Batabanó era entonces un puerto de cabotaje que fungía como puerto auxiliar del de La Habana y de ahí la importancia de este camino real que trasladaba mercancías desde y hacia ambos.

Para la Vueltarriba, o sea, todo el territorio al este del límite capitalino, se trazó el Camino General de la isla de Cuba que llegaba hasta Santiago de Cuba. Partía del Camino Real del Luyanó a Guanabacoa, en el sitio que hoy se conoce como la Virgen del Camino, siguiendo el trayecto de la actual Calzada de San Miguel del Padrón hasta seguir a la ciudad condal de Santa María del Rosario y de ahí adentrarse en el interior de la Isla hasta el Oriente.

El término de Vueltarriba fue el primero en extinguirse, hoy nadie lo emplea; el de Habana Interior se empleó hasta tiempo reciente, alternándose con el de Habana Campo, pero la aparición de la provincia de La Habana en 1976 para designar a ese espacio lo hizo disminuir y con la creación de las noveles provincias de Artemisa y Mayabeque, ya ambos términos: Habana Interior y Habana Campo, prácticamente han desaparecido pues ya no tienen una lógica de vida. Vueltabajo, en cambio, ha llegado hasta nuestros días, no ya con la amplitud espacial con la que se conoció al inicio, sino como seudónimo de la provincia de Pinar del Río.

Estas eran, las tres regiones del interior de la Isla, a partir de la entrada al país por la capital. En lo absoluto es un término despectivo o discriminatorio, forma parte de la historia del país. No obstante, la sociedad evoluciona y el lenguaje se transforma como parte de ese proceso y cada vez, se oye menos decir: provincias del interior. Cuba es hoy un país que tiene varios aeropuertos internacionales y puertos marítimos abiertos al comercio con el exterior no tiene por qué considerar a la capital como su puerta única de entrada –aunque sigue siendo la mayor- y entonces, la lógica del “interior” se pierde.

Ahora aparece una nueva costumbre capitalina y es que cuando usted está fuera de la capital por algún motivo, la expresión de sus compañeros es: “está para provincias” y eso sí es un error pues La Habana es también una provincia, lo correcto sería plantear: “está fuera de la provincia” o “está en otra provincia”.

Costumbres, tradiciones, expresiones populares, toponimias… todo ello es idiosincrasia.


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