La Habana 500+1 ¡Feliz aniversario!


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El 2020 ha resultado un año difícil, de pruebas y desafíos inéditos; pero seguimos adelante, haciendo Cuba, y esto es lo que más importa.  Sobreponernos a las dificultades con estrategias inteligentes, sin desandar el camino ya recorrido con avances innegables; mantener establemente las políticas correctas para consolidar nuestra nación y cultura, esto es resiliencia.

    

La historia recogerá el 501 aniversario de la fundación (o refundación) de La Habana en la costa noroccidental de la isla de Cuba, con la marca de lo diferente: la pandemia de covid-19. Esta nos obligó a usar la mascarilla facial o nasobuco, a refugiarnos en nuestras casas, limitando los contactos y actividades sociales externas, deshaciendo los planes del año y creando nuevos hábitos de vida, no solo en el plano sanitario.

Las imágenes de las avenidas y calles desiertas; la aparición del nasobuco como parte imprescindible del vestuario de todos, sin importar edades, generos, u otra singularidad personal, nos transformó –hasta el momento– en miembros “raros” de una sociedad que oculta su faz ante el temor al contagio del nuevo coronavirus sarkov-2.

La Habana no fue la excepción en medio de esta grave contingencia que amenazó y amenaza al país.  Los movimientos de sus pobladores se vieron afectados por las restricciones del transporte y de la circulación de los peatones; la escasez del abastecimiento indujo las largas filas o colas para comprar alimentos y productos de aseo.  La necesidad de una rigurosa disciplina ciudadana, poco conocida y practicada entre los componentes de nuestro ajiaco sociocultural, se impuso, casi como el único garante de la sobrevivencia, libre de la infección por el maligno virus.

Por otro lado, la incertidumbre en que todos y todas estamos sumidos constituye una de las más angustiosas preocupaciones en que vivimos actualmente: ¿cuál será la duración de la pandemia, de la innovación de la vacuna y del tratamiento contra el nuevo coronavirus y sus mutantes, que finalmente nos liberará de su ataque, padecimientos y secuelas? El paliativo, en tal circunstancia, es la esperanza depositada en las vacunas cubanas Soberana 01 y 02, posiblemente listas para el primer trimestre del año que viene.   

Así las cosas, el aprendizaje de una población de más de dos millones de personas en una urbe que contiene zonas históricas muy compactas –caso de los municipios de Centro Habana, Diez de Octubre, entre otros– ha mostrado la urgencia de atención gubernamental hacia los planes de conservación, reconstrucción y nueva construcción de viviendas: ¡La Habana no aguanta más! (según decía Juan Formell, hace ya algún tiempo).

El mejor modelo de gestión urbana, en gran medida autosustentable, fue creado por el siempre recordado historiador y benefactor habanero Dr. Eusebio Leal, y su equipo de trabajo en el Centro Histórico (municipio de La Habana Vieja). El éxito apunta a la posible solución que se podría aplicar en otros municipios, teniendo en cuenta sus peculiaridades. Sobre todo, allí donde se trata tanto de rescatar y rehabilitar viviendas como de “restaurar las almas” de sus habitantes, de ofrecer mayores certidumbres a la ciudadanía en relación con el futuro de nuestra capital, la de todos los cubanos y cubanas.

La cultura urbana que se fomentó en La Habana –desde la lejana época de la Ordenanzas de construcción para la Habana, o, de Cáceres, de 1574– fue modélica en sus contenidos y aplicación al crecimiento regulado de la pequeña ciudad portuaria y de su población.

El modelo urbano habanero mejoró en el siglo XIX con las Ordenanzas de construcción para la Habana y su población de 1861 (en vigor hasta 1961).  Se estableció al par de un orden urbano moderno –definido por valores económicos, jerarquías urbanas, higiene y salud pública, unidos a una estética citadina propia. Hubo una actitud más exigente y profesional en el control urbano permanente de parte de las autoridades facultadas para ello, y, en consecuencia, se incrementó la responsabilidad ineludible de los ciudadanos y ciudadanas hacia la ciudad, entonces constituida por 43 barrios.

Sin sentimiento alguno de nostalgia por un pasado que también albergó vicisitudes, corrupción de diferentes tipos, miseria extrema en asentamientos marginales, cercanos a los bordes de La Habana, considero que deben extraerse lecciones de aquel modelo.

La Habana, capital de la República de Cuba, socialista, reitero y subrayo, cumplirá 501 años (1519-2020), en este 16 de noviembre. Recientemente fue reconocida Ciudad Maravilla del Mundo, formando parte de un grupo reducido de urbes con similar distinción, a escala mundial.  Esta es, sin duda, una oportunidad valiosa que no debemos perder de vista, y a la cual hay que corresponder con acierto, responsablemente.

La industria turística  en  Cuba tiene una fortaleza extra en la riqueza de la cultura habanera, en cualquiera de sus manifestaciones artísticas, sea: arquitectónica, artes visuales, musical, literaria, teatral, y la de pensamiento… Inserto en ella, existe una confluencia de valores culturales procedentes de cualquier parte del país, que son atraídos hacia La Habana y  decantados  a través del exigente tamiz de lo nacional, representado simbólicamente por las instituciones que tienen su sede en la capital. 

El larguísimo brazo del Malecón habanero abarca una buena parte del límite marítimo de La Habana centro-oeste, ciñendo el magnífico panorama capitalino que se asoma al Golfo de México. ¿Quién que habite o visite La Habana, no ha sentido el influjo mágico de vivir una noche, solo o en buena compañía, junto al muro del Malecón? El más profundo sentimiento de lo real maravilloso habanero, de la vieja ciudad portuaria, nos seduce en esos instantes inolvidables. 

Ojalá estas breves reflexiones coadyuven a hacer más larga la vida de La Habana y de sus pobladores. Ojalá que este año, cuando sus devotos le den las tres vueltas tradicionales a la ceiba conmemorativa, vecina leal del El Templete, sientan el espíritu de la ciudad con más amor, y decidan protegerla y salvaguardarla conscientemente.      


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