La Habana y el puro habano (II)


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La hoja de tabaco cultivada en La Habana y otros lugares de la Isla de Cuba, exportada a través del puerto de La Habana (único reconocido “legal” hasta 1818), fue el producto autóctono que llegó a conocerse primero en el mercado internacional. Todavía hoy nos otorga prestigio universal, por la alta calidad de su selecta hoja y del proceso manufacturero que lo respalda, dándole un “sabor” único al aroma del humo que se inhala, y al disfrute estético por la perfección formal del puro habano en el complejo proceso de su elaboración y presentación comercial. Muchas son las artes que se reunen en la tradicional caja de cedro, adornada con detalles impresos en papel, sellos y vitolas exquisitamente realizadas.     

En la primera mitad del siglo XVIII ocurrió una significativa etapa de auge en el desarrollo del cultivo y la exportación comercial tabacalera, unida, contradictoriamente, a la imposición del Real Estanco del Tabaco en la Isla (1717-1817). La Real Cédula (RC) del 11 de abril de 1717, firmada por Felipe V, primer rey de la dinastía borbónica, estableció definitoriamente: “prohibir la franqueza con que sus nacionales han usado hasta aora de los referidos tavacos, estancandolo de forma que sus cosecheros y dueños no puedan venderlos a otra persona alguna que al dicho superintendente general (1) para lo qual procederá en este negocio de la forma siguiente: …”

Se anexaba a la citada RC una Instrucción que detallaba cada paso que aseguraba la organización del estanco. Entre ellos, se establecían los tipos de plantas requeridos, el precio fijo de cada uno determinado por el interés del monopólico comprador, la medida de los sacos en que serían enviados, los factores nombrados para servir el estanco en distintos lugares de la Isla (Bayamo, Trinidad, Sancti Spiritus, Santiago de Cuba y otros lugares de almacenamiento y destino, Santa Cruz de Tenerife, México, Campeche, Cartagena de Indias, Portobelo y Lima); así como la cantidad total de esta exportación que anualmente ascendería a siete millones trescientas mil libras (2), distribuidas de la siguiente forma: cinco millones de libras para España, destinadas al abastecimiento de la Real Fábrica de Tabaco de Sevilla (fundada en 1616), a Lima y Buenos Aires doscientas mil libras, cien mil a Islas Canarias y a los “reinos extranjeros un millón quinientas mil libras” (Rivero, 1964; t. 1, p.92, nota 11).  

El extraordinario salto productivo efectuado en apenas dos siglos de colonización de la Isla de Cuba (en parte el XVI, descontando los años en que fue prohibido el cultivo de la planta, y el XVII). Todavía hoy resulta asombroso: merecen ser analizados mediante un estudio detallado, todos los elementos que participaron en ese explosivo proceso de acelerado crecimiento productivo, en particular característico del siglo XVII habanero.

No obstante, la Real Cédula fue aplicada en medio de la fuerte resistencia de los vegueros, cientos de campesinos en su mayoría de origen canario, radicados en distintos puntos de la jurisdicción de La Habana (Guanabacoa, Santiago de las Vegas, Jesus del Monte, San Miguel del Padrón, entre otros) funcionarios criollos habaneros y religiosos implicados en el negocio del comercio libre del tabaco.

Además de elevar memoriales a distintas instancias del gobierno colonial, hubo tres levantamientos armados en distintos momentos (1717, 21 de agosto; 1720, del 14 al 27 de junio; 1723, febrero 15 al 23) contra los gobernadores coloniales (Vicente Raxa, gobernó entre 1716 y 1717 cuando fue expulsado de La Habana por los insurgentes en la primera sedición; Gregorio Guazo Calderón, que sustituyó al anteriormente nombrado, 1718-1724,  finalmente logró dominar por las armas la situación, en el tercer levantamiento, aunque fue casi inmediatamente depuesto y sustituido debido a su actuación). El saldo de once vegueros prisioneros, arcabuceados y posteriormente colgados de árboles en el camino de Jesús del Monte, cierra dolorosamente esta primera página de las insurrecciones campesinas tabacaleras en la Isla de Cuba. (Rivero, 1964; t. I, pp.121-125) (3)

Por la trascendencia de este conflicto de intereses —eminentemente económico— entre la sociedad criolla, en plena formación, y las autoridades coloniales, y por ser el hito o marcador original de la historia de las luchas campesinas tabacaleras cubanas, es necesario recordar el 23 de agosto (1723), entre las conmemoraciones de importantes fechas históricas de la nación. Los once prisioneros inmolados por orden del gobernador Guazo Calderón se nombraban: Mateo Ravelo; Eusebio Pérez; José Canino; Blás Martín; Melchor Martín; otro también así llamado; Juan de Quesada; Pedro González; y tres más cuyos nombres no fueron identificados. Después de cuarenta horas pendiendo de los árboles, fueron enterrados en el cementerio de la Iglesia de Jesús del Monte, “[…] gracias a las gestiones hechas en tal sentido por el obispo Valdés, el conde de Casa Bayona y otras personas piadosas” (Rivero, 1964; p.124).  

Dos personalidades vinculadas a la historia de La Habana del siglo XVIII fueron mediadoras en el conflicto, particularmente en el tercer levantamiento: el capitán José Bayona y Chacón, Fernández de Córdova y Castellón (n. La Habana, 21.07.1676; f. ídem, 12.01.1759) quien recibió de Felipe V, como premio, el título de Conde de Bayona (4), unido al señorío de Santa María del Rosario, ambos confirmados por Real Despacho en 1721 (Nieto, 1951; pp. 113-114) y Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, en ese momento era auxiliar del obispo Valdés; posteriormente, tuvo un rol muy destacado como obispo en La Habana, especialmente durante la invasión y ocupación de los británicos (1762-1763).

NOTAS:

  1. Salvador Olivares fue el primer superintendente designado por el rey para tal cargo.
  2. Todas las palabras subrayadas en cursiva se deben a la autora de este artículo. LAA
  3. Sobre las tres sediciones de los vegueros José Rivero Muñiz tiene una obra bien documentada, que fue publicada por la Academia de la Historia de Cuba en 1951.  Infelizmente, ninguna de las referidas obras han sido reeditadas e impresas, a pesar de su importancia documental e interpretativa. 
  4. El gobernador de la Isla de Cuba, Laureano Torres Ayala, 1713-1716, también fue creado Marqués de Torres Ayala por Felipe V por su participación en el proceso de implantación del Real Estanco del Tabaco en La Habana y el resto de la Isla. 

BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA:

—Morell de Santa Cruz, Pedro A.: Historia de la Isla y Catedral de Cuba escrita por el ilustrísimo señor Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, obispo de ella con un prefacio de Francisco de Paula Coronado. Imprenta Cuba Intelectual, La Habana, 1929.

Nieto y Cortadellas, R. Dignidades Nobiliarias en Cuba, Madrid, 1951.

Rivero Muñiz, José: Tabaco su historia en Cuba, t. I y II, La Habana, Instituto de Historia, Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de la República de Cuba, 1964.


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