La Habana y el puro habano


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La hoja de tabaco, o cohoba (1), entre los naturales de las Américas tuvo, o aún tiene, una significación profundamente espiritual y religiosa, sacralizada en ceremonias y rituales donde facilita la comunicación a los escogidos para ellas —solamente el cacique (jefe o jefa de la comunidad indígena) y el behique (chamán), tienen el privilegio de fumar, aspirar el humo de las hojas enrolladas, encendidas por una punta, o, en polvo, a veces estaban mezcladas con alguna planta alucinógena—  y les permite llegar a una especie de éxtasis, o trance, mediante el cual reciben los mensajes de los cemies o dioses. También, la hoja de tabaco se usa como remedio para sanar diversas enfermedades comunes entre sus tribus; para sellar la buena amistad; lograr una mayor fertilidad de las mujeres y los hombres, y mejorar sus tierras de cultivo. (2)

Estos significados religiosos, y su práctica en la vida cotidiana, contradecían las normas y dogmas de la evangelización impuesta por la Iglesia católica; fueron prohibidos totalmente, y reprimidos con gran violencia los aborígenes. El bautismo católico de las poblaciones autóctonas, no sólo cambió la identidad de sus individuos y transformó sus relaciones sociales, también arrasó temporalmente con el cultivo del tabaco, el cual no fue permitido durante una parte del siglo XVI; hasta que se descubrió para este producto vegetal otros fines de carácter mercantil asociados al alto valor monetario o de cambio que podía alcanzar la planta previamente elaborada, debido a su carácter exótico y lujoso, de uso exclusivo para quienes pudieran adquirirlo. (3) No fue mano de obra índígena la que prosiguió el camino del tabaco convertido en puro habano.    

En La Habana del siglo XVII el cultivo de la hoja de tabaco, su cosecha, secado o molido se había multiplicado y se comerciaba libremente, tanto dentro de los límites de la pequeña urbanización anexa al puerto, como en el área del egido que la rodeó por poco tiempo.  Rápidamente el cultivo se expandió hacia el sur, ocupando terrenos cedidos, obligatoriamente, por los dueños de hatos y corrales a quienes se aposentaban junto a los riachuelos a labrar sus pequeñas “vegas” (o sembradíos de tabaco), llamadas así por su semejanza a las que se afirma existían en Andalucía. El mayor estímulo para este incremento del cultivo comercial, consistió justamente en la declaración de Carlos II (1698) en relación a que el tabaco que se exportaba por el puerto de La Habana, conocido por habano o puro habano, había sido seleccionado para abastecer la Real Fábrica de Tabacos fundada en Sevilla desde 1620.

LA LLEGADA DE JUAN NÚÑEZ DEL CASTILLO A LA HABANA DEL SIGLO XVII

Juan Núñez del Castillo y Piñero, Espejo y Castilla, capitán, nació en Almuñecar, Granada el 22 de febrero de 1660. Posiblemente, fue atraido por la aventura americana, y siendo aún muy joven, se embarcó hacia la isla de Tenerife para continuar desde allí el viaje transatlántico hacia la Isla de Cuba. Al llegar a esta casó en La Habana, el 29 de abril de 1676, con Rosa María Pérez de los Reyes y Castellanos, Sánchez y Hernández, natural de La Laguna, en la mentada isla de las Canarias.(4) Su primogénito y único hijo conocido, Juan José Núñez del Castillo y Pérez de los Reyes, Piñero y Castellanos, fue concebido y vio la luz en La Habana el 20 de agosto de 1704, cuando su padre ya había cumplido cuarenta y cuatro años. A partir de estas fechas y de mis deducciones generales, podría afirmar con relativa certeza que el arribo de Juan a la capital de la Isla de Cuba y su posicionamiento económico y social, ocurrió entre las décadas finales del siglo XVII  y la primera del XVIII, cuando el famoso puerto habanero, mundialmente conocido como receptor de la Flota del Oro y la Plata, olía más al aromático tabaco en rama que a los menos agradables cueros que desde ese sitio se exportaban hacia la Península en los siglos anteriores.

Así las cosas, Juan Núñez del Castillo se asoció de inmediato con el comercio tabacalero en La Habana, particularmente en la región interior de su jurisdicción. Allí adquirió terrenos llanos y regados por pequeñas corrientes de agua, cerca de donde ya existían asentamietos de pobladores “vegueros” inmigrantes de las Islas Canarias, por ejemplo en Santiago de las Vegas. Fundó su hacienda “El Bejucal”, prácticamente en el centro físico de la región habanera, atravesado de sur a norte por el camino rústico que unía al surgidero de Batabanó con el puerto de La Habana; itinerario estratégico desde el sur para la defensa militar de la capital, que aún no tenía completamente terminadas sus murallas de tierra. (4)

La necesidad de crear un monopolio del cultivo y venta de la cosecha con vistas a garantizar la solicitud para el abastecimiento de la Real Fábrica sevillana, se confirmó al llegar al gobierno imperial Felipe V y desarrollar su política mercantilista bajo la administración de la corona real. Juan Núñez del Castillo o Castilla, discretamente, se dirigió a la corte española a gestionar la creación del estanco del tabaco en la Isla de Cuba, en provecho suyo y en contra de los intereses de los vegueros, intermediarios e inclusive de la Iglesia católica. Lo llevó a cabo con tanto empeño que obtuvo en pago un favor real.

FUNDACIÓN DEL MARQUESADO Y LA CIUDAD DE SAN FELIPE Y SANTIAGO DEL BEJUCAL

Desde 1713, Juan Núñez fue favorecido con la creación del Marquesado de San Felipe y Santiago, por el rey Felipe V, a quien le había cedido sus tierras de “El Bejucal” con el objeto de convertirlas en una ciudad, de acuerdo con lo establecido por la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680, presentando los planos urbano y de obras fundamentales, en especial la iglesia parroquial, a costa de su peculio particular. De modo que se erigió primer señor del señorío de vasallos que hubo en La Habana y en la Isla: la Ciudad de San Felipe y Santiago de Bejucal. No obstante, el historiador cubano Rivero Muñiz aclara que: “La Real Cédula relativa al caso fue promulgada el 29 de abril de 1713, más como quiera que el agraciado partió rumbo a Cuba sin haber sacado el correspondiente Real Despacho de la concesión del marquesado, esta merced no se hizo firme hasta el 11 de octubre de 1737 en que su hijo José cumplió dicho requisito.” (5) Juan Núñez de Castilla había fallecido en La Habana el 11 de julio de 1725.

ACERCA DEL REAL ESTANCO DEL TABACO

El monopolio del tabaco existió en España desde 1636, y fue instaurado en Cuba por orden real de 11 de abril de 1717. Tres rebeliones campesinas (en 1717, 1720 y 1723), históricamente fueron las primeras sucedidas en la Isla, protagonizadas por vegueros de origen canario, libres; se llevaron a cabo con el objetivo de impedir la pérdida de la libertad del comercio tabacalero. Finalmente, la violenta represión del gobernador Guazo Calderón, apoyado por el aspirante a Marqués de San Felipe y Santiago de Bejucal, causó la muerte entre los alzados de doce prisioneros, los cuales fueron arcabuceados y después de fallecidos, colgados de los árboles que se encontraban junto al camino que iba a San Miguel del Padrón desde el pueblo de Jesús del Monte, en las afueras de La Habana, el 22 de febrero de 1723.

Para concluir esta breve historia: Juan Núñez del Castillo fundó el mentado tronco familiar en la Isla de Cuba, fue beneficiario del primer marquesado de La Habana y de la Isla de Cuba. (6) Fue, además de Señor fundador de la ciudad de San Felipe y Santiago de Bejucal, Adelantado, Teniente a guerra y Justicia Mayor hasta su deceso. Impulsó importantes instituciones económicas coloniales relacionadas con el tabaco: el Real Estanco del Tabaco y su Factoría o almacén habanero. El sucesor y primer Marqués, en rigor, de San Felipe y Santiago de Bejucal fue su único heredero, Juan José Núñez del Castillo y Pérez de los Reyes, Piñero y Castellanos. Construyó en su señorío el primer palacio o casa señorial de planta alta construido en La Habana rural, en 1730; también fue cofundador y empresario accionista de la Real Compañía de Comercio de La Habana, cuyo primer producto exportable fue la hoja de tabaco. Falleció en Madrid en 1758.  El título del marquesado fue reivindicado por otros seis sucesores, algunos de ellos nunca residieron en Cuba.

 

NOTAS:

  1. Palabra en lengua aruaca, hablada por los indígenas que ocupaban gran parte de las islas de las Antillas mayores. Igualmente son términos aruacos cacique, behique, cuba, según lo asegura el estudioso Sergio Valdés Bernal.
  2. Es bien sabido que la hoja de tabaco y sus variados usos fueron conocidos por el Gran Almirante Cristóbal Colón desde su primer viaje y llegada a las islas de las Antillas en 1492. Inmediatamente, la noticia de este nuevo producto autóctono de nuestros continentes e islas - que posteriormente se nombró por los colonizadores europeos América- llegó, ante todo, a las Islas Canarias, lugar primero donde se abastecían y se reabastecían las naves que realizaron el itinerario transatlántico en su viaje de ida o retorno. Después, se conoció en Cádiz, Sevilla, y así, en adelante se supo en el resto del reino, e inclusive en países más allá de los confines españoles.
  3. El gran sabio cubano don Fernando Ortiz, realizó un estudio minucioso del proceso de transculturación conceptualizado por él y descrito en el caso del tabaco en su obra universalmente conocida Contrapunteo cubano entre el tabaco y el azúcar.
  4. Aruca Alonso, Lohania: “Esposas criollas para nobles titulados en la Isla de Cuba. Siglos XVIII al XIX”, en: Revolución y Cultura, La Habana, 2006, pp. 12-18.

___________________: “Acercamiento a los orígenes de la nobleza titulada en Cuba: su vinculación con la región histórica de La Habana, durante los siglos XVIII y hasta 1808”, 2000, en: Hernán Venegas Delgado y José Alfredo Castellanos Suárez (Coordinadores): IV Taller Internacional de Problémas Teóricos y Prácticos de la Historia Regional y Local, La Habana, Cuba, pp. 115-135.

___________________: “Ciudades y villas condales y marquesados en La Habana del siglo XVIII y XIX”, en: Taller Internacional de asentamientos ibéricos en América: Historia, Patrimonio y Turismo, Trinidad de Cuba 1998, Memorias.

  1. Carlos Venegas F.: “El siglo XVIII había sido una centuria fundacional equiparable a todo el siglo XVI en toda Hispanoamérica por el número de pueblos y la amplitud del espacio abarcado, pero ya no estuvo basada en pueblos de conquista, sino en poblados de carácter económico, planeados para activar cultivos y fomentar regiones con emigración de colonos y defender las fronteras.” P. 160.
  2. José Rivero Muñiz: Tabaco, 1964, tomo I, p. 88, nota (2).
  3. Francisco Xavier de Santa Cruz Mallén: Historia de Familias Cubanas, 1938, Tomos I al V.

BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA

—Atienza, Julio: Nobiliario español. Diccionario heráldico de apellidos y títulos nobiliarios, 1954, Madrid. .

—Nieto Cortadellas, Rafael: Dignidades nobiliarias en Cuba, 1954, Madrid.

José Rivero Muñiz: Tabaco su historia en Cuba, Instituto de Historia, Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de la República de Cuba, La Habana, 1964, tomos I y II.

—Fernando Ortiz: Contrapunteo cubano del Tabaco y el Azúcar, Dirección de Publicaciones de la Universidad Central de las Villas, 1963.

—Sergio Valdés Bernal, Las lenguas indígenas de América y el español de Cuba, tomos I y II, Instituto de Literatura y Lingüística, Editorial Academia, La Habana, 1991.

—Carlos Venegas Fornias: La Habana de la Ilustración, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2016.

 


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