Los 500 de la fundación de la capital cubana entre la arquitectura vernácula y la XIII edición de la Bienal de la Habana


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Este 2019, el 16 de noviembre, La Habana cumplirá 500 años de vida y las miradas  de una gama de eventos realizados en la capital que abarcan desde los de carácter artístico cultural hasta los científicos y técnicos se vuelcan de una manera u otra hacia este acontecimiento que significa para toda la institucionalidad provincial un punto de llegada y a la vez de partida para el rescate y mantenimiento, en tiempos difíciles de carencias materiales, de la capital de Cuba donde se ha dejado sentir el paso del tiempo en toda su infraestructura.

Dos eventos que tuvieron a la Habana en el centro de sus debates fueron: Las XVI jornadas de Arquitectura Vernácula (26 al 28 de marzo que además festejó los 200 años de Cienfuegos cumplidos el 22 de abril) y la edición XIII de la Bienal de la Habana (12 de abril al 12 de mayo). Patrocinadas la primera por la Cátedra de Arquitectura Vernácula Gonzalo de Cárdenas de la Oficina del Historiador de la Ciudad; la segunda por el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de las Artes Plásticas.

Ambos eventos, aunque con líneas de acción algo diferentes, se entrecruzan en sus propósitos: dialogar sobre el mantenimiento y promoción de nuestro patrimonio visual. Las jornadas… se proponen el rescate de la arquitectura y los paisajes vernáculos de las regiones de Cuba y del mundo, es decir lo que singulariza a cada región o localidad dentro de una generalidad de país. Las Bienales de la Habana se mueven en un marco más amplio de los discursos de las artes visuales contemporáneas y privilegian las prácticas artísticas de las llamadas periferias tanto de las del Tercer Mundo como la de los países desarrollados para tener en cuenta a los artistas que no participan en los principales circuitos expositivos.

Uno de los aspectos más interesantes de las Jornadas de arquitectura vernácula fue que se enfatizó en conocer y reconocer a esa Habana que no está al alcance de muchos que viven en zonas céntricas de la ciudad. Una de las ponencias debatidas, resultado de un trabajo de investigación, trató sobre la urgencia de salvar el poblado de Cojímar, de rescatar la originalidad arquitectónica de ese pueblo costero dañado por el salitre, las construcciones arbitrarias de los últimos años y los efectos de los ciclones como el huracán Irma de septiembre de 2017. También se llamó a que dentro de nuestra ciudad se le prestara más atención al tipo de vivienda conocido como las ciudadelas o solares, clasificadas en el lenguaje técnico de los arquitectos y urbanistas como construcciones con valor de grado III, lugares donde se ha desarrollado todo un modo de vida propio desde inicios del siglo XX que ya constituye patrimonio tangible e intangible.

De otra parte la Bienal de la Habana que tuvo como eje temático la construcción de lo posible, entre los múltiples proyectos que presentó dos llaman la atención de muchas personas por donde están emplazados: El corredor de la calle Línea y el Laboratorio Artístico de San Agustín, este último  festejó dentro de la Bienal su décimo aniversario. El Corredor… es dirigido por la arquitecta Vilma Bartolomé, el cual se basa esencialmente en que  reconstruirá la calle Línea, una de las principales arterias de la Habana, donde se emplazan teatros y cines. Esta avenida  busca transformarse en un corredor cultural que concentre la actividad artística de la capital, es un proyecto de renovación urbana observado desde el punto de vista de la cultura. El proyecto general  prevé una transformación completa de Línea en un plazo de tres años con más de 72 proyectos interconectados. El centro neurálgico se emplazará sobre los restos de la antigua estación de tranvías de Línea y 18, que en el pasado también fue la fábrica donde se ensamblaban los ómnibus Girón y en los años noventa las bicicletas. El Laboratorio Artístico… se erigió como una necesidad de insertar el arte contemporáneo en el espacio público. Creada por Candelario y codirigido por la curadora Aurelie Sampeur ofrece un espacio para experimentaciones artísticas y confrontaciones culturales en una comunidad periférica de la Habana como es el reparto San Agustín, muy alejado de los principales centros culturales de la ciudad.

Tanto en la Jornadas de arquitectura vernácula como en la XIII  Bienal de la Habana se encontraron la Habana visible y la no tan visible, la transitada y la no tan transitada, el centro y la periferia. Tanta importancia tiene la céntrica calle Línea y los solares como San Agustín y Cojimar en las zonas oeste y este de la capital, respectivamente. Está la voz de alerta que nos llama a conservar y salvar nuestro patrimonio, cada vez más diversificado, pero no de una manera precaria como algo inamovible, sino viendo lo salvado como un ente vivo que tiene sostenibilidad en el tiempo. También se nos llama a salvar pero no desde el mercado, sino desde la cultura, en una sociedad inclusiva que se propone día a día crear un ciudadano con un nuevo tipo de subjetividad desalienada.

Lo más importante de estas propuestas, aunque en espacios y eventos diferentes, es que levantaron el interés por una Habana aún desconocida y que en sus 721 Km, una ciudad pequeña en extensión, la provincia más pequeña de Cuba e inigualable a otras grandes capitales del mundo, se nos presenta como lo que es: una unidad diferente en sus espacios y en sus maneras de asumirla desde la cotidianidad.

San Cristóbal de la Habana tiene que ser repensada, revalorizada a los 500 años de fundada en toda la complejidad que implica la capital de un país en vías de desarrollo  y para ello se necesita un conocimiento profundo de su historia y la exigencia de un mayor cuidado de su entorno debido a que conviven en ella más de dos millones de habitantes, muchos de ellos población transitoria y es sede de las principales instituciones cubanas como los ministerios, hospitales, etc.

En pleno siglo XXI marcado por la globalización de sello neoliberal, que entre sus efectos más nefastos ha traído consigo la agudización de fenómenos ya existentes como las guerras imperiales y el cambio climático, que han llevado a la destrucción de importantes ciudades patrimoniales como Damasco, Palmira, Bagdad o Belgrado, apostamos por estos proyectos que dinamizan el tejido urbano en su sentido más amplio desde un edificio o un jardín hasta los habitantes y transeúntes de la zona.


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