Los abakuá y el impacto de la migración.


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De los… años que lleva como miembro de la Sociedad Abakuá, … han sido dedicados al estudio de esa expresión cultural cubana de origen africano, con resultados que ha socializado tanto en numerosas publicaciones y la docencia como en su quehacer personal y social.

Con el Dr. C. Ramón Torres Zayas, Mongui para todos, conversamos a propósito de su disertación en el XXIV Taller Científico de Antropología Social y Cultural Afroamericana, celebrado en La Habana entre el 6 y el 10 de enero de 2020.

A: Mongui, ¿sobre qué bases teóricas estableces los procesos migratorios de la Sociedad Abakuá?

M: Han sido varios y muy acertados los preceptos científicos que definen la migración humana en sus diferentes variantes, pero para mi estudio he acogido, fundamentalmente, el criterio de la profesora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana Blanca Morejón, quien establece la migración como una forma de movilidad espacial de la población que, a diferencia de otras, siempre va a implicar un cambio de residencia permanente del sujeto; es decir, este decide o se ve conminado a desplazarse espacialmente para cambiar su lugar de residencia habitual. Si las personas se mueven dentro de las fronteras de un país, se trata de migración interna; si traspasa esas fronteras nacionales, estamos en presencia de una migración internacional o externa. En el caso de los abakuá, el devenir histórico demuestra los dos tipos de migración, desde el momento mismo de la llegada de los primeros portadores de la tradición a Cuba.

A: ¿Qué fecha podría tomarse como inicial para este proceso migratorio?

M: De acuerdo con la mayoría de las fuentes, en 1836 apareció en el poblado ultramarino de Regla una agrupación mutualista-religiosa, integrada exclusivamente por hombres, que, bajo el amparo del cabildo carabalí bríkamo Ápapa Efí respondió al nombre de Sociedad Abakuá; sin embargo, sus primeros integrantes pertenecían al barrio de Belén, en La Habana Vieja, porque allí radicaba el cabildo, que hasta 1793 estuvo en la calle Egido, en los límites de la muralla citadina. A partir de Efik Butón (o Acuabutón, que igual se consigna en la bibliografía)   y las dos potencias creadoras, Efí y Efó, fueron creadas siete filiales de lo que se ha llamado indistintamente juegos, tierras o potencias, alrededor de la ciudad.

De aquella primera generación no queda ninguna en existencia hoy día, pero sí muchas de sus descendientes. Por ejemplo, Efori Nkomo, la más antigua en la actualidad, nació en el Arco de Belén el 6 de enero de 1840, en La Habana Vieja, pero luego emigró hacia el barrio de Pueblo Nuevo, una zona correspondiente a la entonces parte extramural habanera. Actualmente tiene su templo en la localidad de Los Pocitos, del municipio de Marianao.

Igual ocurrió con numerosas corporaciones abakuá del decimonónico; incluso, hasta bien entrado el siglo XX, determinados barrios se preciaban de tener uno o más juegos abakuá que los identificaban, tanto que, reproduciendo la denominación topográfica de los ancestros africanos, reconocieron a determinados enclaves urbanos como “embarcaderos”, como en la bibliografía se hace referencia a Ekorio Efó, cuyo radio de acción se estableció en el barrio de Jesús María.

A: ¿Y a qué causas podría atribuirse esa movilidad barrial?

M: Es que la Sociedad Abakuá es una institución grupal, que suele “operar” en determinados espacios, pero que se ha visto forzada a vivir en algún momento de su existencia en la clandestinidad, ha sufrido desplazamientos estratégicos, se ha reproducido como familia religiosa de manera similar a otras expresiones de matriz africana… sin embargo, (como rasgo curioso) ha mantenido su ritual dentro del marco del territorio nacional.

A: Es conocido que los principales lugares de asentamiento abakuá estuvieron, además de en La Habana, en Matanzas. ¿En qué momento se produce esa situación, y por qué?

M: Desde muy temprano, la Sociedad Abakuá se posicionó en la urbe habanera, y hacia la década de 1840 llegó a constituir grupos mucho más nutridos que los cabildos. Sucedió que estos últimos, propuestos y estimulados por el Gobierno colonial español en la Isla, fueron a la vez excluidos y excluyentes, y llegó el momento en que se convirtieron en freno para otras asociaciones de su tipo; por tanto, a inicios del siglo XIX competían con Sociedades de Recreo, Academias de Baile y Música y otros tipos de gremios que resolvían mejor los intereses de la abundante población acriollada.

Fue la época cuando abakuá alcanzó un pico alto en torno a la proliferación de potencias, tanto dentro como fuera del recinto amurallado, según recogen diversas fuentes: Efori Isún (Belén-1840), Bakokó Efó (Belén-1842), Orú Apapá (Jesús María-1841), Uriabón Efí (Colón-1843), Apapá Umoni (Barracones-1843), por citar algunos (Ver Cabrera; Miller, 2009;.Torres, 2010).

En 1857,a iniciativa de Andrés Petit, quien desempeñaba la jerarquía de Isué en la potencia mestiza Bakokó Efó, se inician las primeras personas de piel blanca, que en 1863 crean su propio juego (Ocobio Efó) en la Calle San Lázaro #115, entre Galiano y San Nicolás; sin embargo, extienden su genealogía hacia los barrios habaneros de Los Sitios, Jesús María, Colón, Pueblo Nuevo y los vecindarios de Regla y Guanabacoa. Se evidencia que, si bien el radio de acción del ñañiguismo –como también se le llama- ha sido fundamentalmente el barrio, ello no constituye impedimento para que se desarrollen tendencias migratorias más allá de sus propios enclaves.

A principios del siglo XIX se estableció un estrecho vínculo comunicacional entre las ciudades portuarias de La Habana y Matanzas, debido al auge de la producción en el occidente cubano. Ello contribuyó a que algunos integrantes del cabildo yumurino Niño Jesús viajaran a la capital para que el juego Enclé Entati bautizara en Guanabacoa al primer juego de matanceros, Biabanga Pití Naroko. Evidentemente, algo estaba sucediendo en torno al ejercicio del poder/hegemonía y el posicionamiento social para que antiguos sectores negros excluyentes mostraran atención hacia una entidad supuestamente subordinada, lo cual puede ser demostrado con el hecho de que que a partir de 1862 comenzó la reproducción de potencias en su territorio y luego extendió a Cárdenas, en la misma provincia de Matanzas. De tal suerte, se instauró un flujo migratorio en torno a la religión abakuá, y no es casual, entonces, que muchas personas con residencia en La Habana pertenezcan a juegos matanceros y viceversa: los dos únicos enclaves donde continúan realizándose rituales religiosos hasta nuestros días.

A: Si es en estos dos lugares donde único se efectúan rituales abakuá, ¿cómo funciona esa Sociedad fuera de fronteras?

M: La antropóloga Nina G. Jablonski asevera que, al tener la capacidad de transportar nuestros estilos de vida con nosotros hasta lugares distantes, creamos un microentorno cultural que posibilita recrear el hogar en menos de una sola generación. La religión forma parte de la construcción sociosimbólica que se traslada con sus portadores y se readecua a los nuevos contextos, por lo que es difícil pensar que la Sociedad Abakuá no hubiese recibido el impacto de los diferentes traslados transnacionales, ya sea por voluntad propia de los practicantes, ya por expulsión forzosa en determinado momento.

La primera documentación de la cual se tiene noticia respecto a movimientos de iniciados abakuá hacia el exterior data de 1839, durante la causa a Margarito Blanco, el Ocongo de Ultán, quien es entrañado a la metrópoli acusado, junto a varios de sus compañeros, de actividades conspirativas. Hacia la segunda mitad del siglo XIX se suceden las deportaciones de otros miembros, sobre todo tras la puesta en vigor de la Ley del bandolerismo en Cuba, cuando la sola pertenencia al “ñañiguismo” constituía un delito per se.

Rafael Salillas dejó constancia, durante su visita al penal de Ceuta (adonde habían enviado un nutrido grupo de ñáñigos en la década de 1880), de una procesión abakuá en todo su esplendor, cual si se tratara de un extraordinario cortejo en la propia urbe habanera. Él mismo, en 1901, publicó el artículo “Los ñáñigos en Ceuta”, en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia, y a la pregunta de: “¿qué es el ñañiguismo?”, respondía inmediatamente: “No es una mascarada, ni una sociedad tenebrosa. Es una importación étnica: es el país africano que canta y danza cosas que en África deben de tener una significación”.

La significativa presencia de cubanos vinculados a la producción tabacalera en la Florida a partir de 1869, que continuó in crescendo hasta la segunda década de la vigésima centuria, propició la presencia de abakuás  junto a los trabajadores portuarios, de los mataderos y de  las fábricas de tabaco; por lo que no es casual la participación de sus miembros en festividades masivas, sobre todo el Día de Reyes, aunque no puede afirmarse que se tratara de actividades propiamente religiosas en el exterior.

Al otro lado del Atlántico la doctora fernandino-española Isabela Arasandi describe, no obstante, la realización del rito del bonkó o ñankue, aportado por los cubanos abakuá deportados a la isla de Bioko (Fernando Poo) a finales del XIX. Intercambiando informaciones con ella, llegamos a la hipótesis de que quizás aquellos hombres expatriados transportaron el ritual funerario abakuá (ñankue o ñampe) para “despedir” a los miembros que iban falleciendo. Una vez desaparecidos los últimos, quedó un destello de lo que fue la actividad, recontextualizada y recolocada en esa otra dimensión: como una festividad social más allá de la connotación religiosa que en principio le caracterizó.

A: En países de amplia presencia de emigrados cubanos, como lo es Estados Unidos, por ejemplo, ¿cómo mantienen sus tradiciones y rituales los abakuá?

M: La investigadora Consuelo Martín en sus estudios sobre subjetividad y emigración explica certeramente que lo que cambia en el emigrado son los referentes de los nuevos modelos por la incorporación de los contenidos propios del proceso de socialización que experimenta en la sociedad receptora, por lo cual aparecen nuevos valores y reguladores conductuales respecto a la identidad nacional, cuya elaboración es cercana, psicológcamente, a la identidad nacional, por su origen común, pero al mismo tiempo es contradictoria en su forma de expresión, dada por la detención histórica de la identidad del emigrado respecto al devenir histórico cotidiano de la nación.

Por tal motivo, se da una continuidad histórica a los procesos de identificación nacional, pero al ser un espacio vivencial diferente aparece mediatizada por la racionalidad de su inserción en la sociedad donde se vive. Es la forma de explicar, por ejemplo, la tentativa de crear un juego abakuá a la altura de 1998 en los Estados Unidos, aún cuando se violaran los preceptos religiosos tradicionales. Me refiero a Domingo Bueno, iniciado en la potencia habanera Itiá Mukandá, quien pretendió fundar un juego denominado Efí Butón Ekue Entemesoro (en alusión a la primera entidad nacida en Cuba), y decía contar con el permiso de los mayores carabalíes quienes les autorizaron sus atributos directamente desde Nigeria.

En cambio, como religión cubana de matriz africana, abakuá es heredera de las sociedades ekpe, pero no su copia: se trata de un nuevo producto, nacional, que si bien reconoce la ancestralidad nigeriana, no se le subordina en lo absoluto, sino que es independiente. Por ello no cuajó el intento de Bueno: se necesitaba un Fundamento de transmisión y otro conjunto de piezas y pasos inherentes al proceso.

De cualquier modo, la migración como ritualidad (no necesariamente religiosa) repercute hoy día suelo norteamericano, y desde 2007 se realiza anualmente el Festival Abakuá, que no se trata de una actividad propiamente cultual, pero sí reproduce la misma atmósfera ancestral al compás de los tambores estilo carabalí, el ritmo del ekón y la danza de los íremes.

A: Entonces…

M: Queda claro: la Sociedad Abakuá —en su condición estrictamente religiosa— no ha salido del territorio nacional. Se hace necesario, entonces, analizar el fenómeno dentro del entorno cubano, para entender cómo se han producido los flujos migratorios en lo interno y externo del país, lo cual nos permitirá dilucidar modos, formas, repercusiones y comportamientos del fenómeno.

Abakuá no es exactamente igual a otras expresiones de matriz africana, cuya acción puede darse a través de la individualidad de los practicantes. Como organización colectiva, el templo le pertenece a todos los miembros del juego, y estos juegos suelen reproducirse originando otros similares, que muchas veces comparten un mimo local, pero también se están produciendo separaciones que generan migración (generalmente en un mismo municipio, pero pueden permutar hacia otro donde existan Consejos Abakuá, lo conocidos buróes).

Pudiera inferirse que, como regularidad, los juegos se desplazan hacia territorios donde hay tradición abakuá, pero el fenómeno es mucho más complejo. Las disposiciones del Registro Nacional de Asociaciones solo permiten la inscripción de estos en los municipios donde al menos funcionen tres potencias o más, de lo cual resultan: Regla, Guanabacoa, San Miguel del Padrón, Arroyo Naranjo y Marianao, en La Habana; así como el municipio cabecera matancero y el de Cárdenas. Incluso, en La Lisa existen dos templos, pero bajo la jurisdicción de marianense.

Tales desplazamientos contribuyen a que la cultura abakuá repercuta en los espacios donde actúa, lo cual no significa que los iniciados necesariamente pertenezcan al lugar, pues encontramos miembros de los más disímiles entornos que participan de la religión, y mensualmente se reúnen en el templo durante las juntas o reuniones, y esporádicamente en actividades religiosas. Los hay de Guanajay, Artemisa, Mariel, que pertenecen a juegos habaneros; mientras muchas personas de Güines, Melena del Sur y Santa Cruz del Norte, Jagüey Grande o Agramonte militan en tierras de Matanzas.

Por eso el sentimiento de identidad barrial que primó antaño dentro de la Sociedad Abakuá ha ido debilitándose; sin embargo, el compromiso de correspondencia religiosa sigue uniendo a los cofrades, más allá del lugar adonde pertenezcan, porque el ritual los articula como “hermanos” de fe y, aunque las individualidades se muevan, lo que reamente los conecta es el templo/juego en el cual se milite.


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