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Los grandes no se despiden… Günter Grass: arte y literatura


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La literatura universal se halla de luto por la pérdida de dos grandes figuras del siglo XX: Günter Grass y Eduardo Galeano.

Aunque distantes por su procedencia geográfica y las raíces de su obra toda, ambas vidas fueron entregadas con pasión y compromiso social  a la literatura del mundo.

El autor de El tambor de hojalata, Premio Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias de las Letras (1999) que ha sido estimado como el más prestigioso de la segunda mitad del siglo XX en Alemania, fue, además, un cultivador talentoso de las artes visuales.

Cualquier semejanza con un hombre renacentista con múltiples talentos en varias artes parece ser cierta en  este prestigioso autor  quien, antes de de ser el más significativo escritor de la literatura alemana de la posguerra, fue escultor, pintor, grabador y dibujante. Y es que para el escritor pasar de una manifestación a otra no es más que parte de un mismo ímpetu creativo, en el que  “las disciplinas se mezclan y se enriquecen mutuamente” (como expresara recientemente).

En el 2005 Günter Grass obtuvo el Premio Hans Christian Andersen de Ilustración, el más alto galardón que se obtiene en la literatura infantil que otorga el International Board on for Young People (IBBY),  patrocinado por la Reina de Dinamarca, con  el libro La sombra. Los cuentos de Hans Christian Andersen vistos por Günter Grass.

A lo largo de su  producción literaria pueden hallarse, asimismo, libros de memorias y de  poesía ilustrados por él. En el 2002 publicó un libro de arte, Acuarelas. Al año siguiente en Alfaguara, Madrid,  salió a la luz Cinco decenios, un libro biográfico sobre cincuenta años de su obra, ilustrado con sus propios dibujos, esculturas y fotografías, y en el 2006,  Lírico botín,  una selección de Grass de 140 poemas escritos a lo largo de medio siglo, que incluye cien dibujos suyos (Bartleby Editores, 2006).

En el año 2001 en Cuba disfrutamos de su obra plástica que se expuso en la  entonces nueva sede del Museo de Arte Universal, en nuestro Museo Nacional de Bellas Artes apoyada por  el Ludwig Forum, y la Fundación Ludwig para el Arte y el Entendimiento Internacionales.

En aquel momento escribí, con motivo de aquella impactante exposición de Günter Grass, un artículo donde resaltaba cómo después de ver aquellas acuarelas, dibujos y grabados una no podía dejar de relacionar su creación visual y literaria.  A la vez que, a todas luces,  cualquier clasificación no funcionaría respecto al paralelo entre la escritura o imagen, porque la suya es evidentemente, una obra única, en la que el creador había pasado del arte primero a la literatura después, y alternado entre ambas expresiones. “A mí me parece que para atacar el olvido hace falta escribir y dibujar obsesivamente”  (expresó el escritor en cierta ocasión).

En realidad, Günter Grass se inició en el mundo del arte  antes que en el de la escritura, incluso se formó en una rigurosa enseñanza académica. Matriculó en 1948 en la Academia de Arte de Dusseldorf y luego fue alumno de escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes de Berlín. Sus primeras incursiones públicas, incluso, son las de sus exposiciones de esculturas y dibujos en Stuttgart y luego en Berlín.

Günter Grass revela en sus temáticas literarias y también en las visuales, los problemas más acuciantes del pasado siglo XX que aún arrastramos en los inicios de este segundo milenio. La confrontación mundial, los prejuicios a la ecología del planeta, acompañados en la creación de la palabra y la imagen por una intensa reflexión existencial y al mismo tiempo ética y social, que no deja nunca de estar comprometida con su tiempo.

Una gran obsesión parece ser el denominador común para tanta y tan poderosa expresión creadora artística y literaria: el paisaje humano y el interior desolado de la naturaleza misma luego de la peor huella del hombre. Hoy aquella percepción viva que emana de su arte luego de apreciarlo en  su exposición en La Habana en el 2001,  se clarifica con nitidez luego de leer la última entrevista que ofreció en vida cuando dijo: “el dolor es la principal causa que me hace trabajar y crear”, con lo que se refería   a un mundo actual quebrado y sufrido por las guerras, la violencia, las miserias sociales y el cambio climático, entre otros gravísimos problemas que afectan la propia supervivencia de la civilización.

En aquel artículo que titulé Sin cambiar la pluma de la escritura al arte de  Günter Grass (La Jiribilla No. 33 del 2001) describí cómo, luego de ver aquella magnífica exhibición de sus acuarelas, dibujos y grabados, apreciábamos s paisajes, peces, caracoles, y figuras humanas en estos como parábolas casi siempre temibles, a la vez que no dejaba de aflorar  cierto optimismo en sus cuadros, como resultado evidente de una honda y crucial reflexión sobre el destino del hombre, y sus circunstancias en un planeta amenazado por graves peligros.

Entre sus influencias se ha reconocido a Goya, Durero y Rembrandt. El empleo del blanco y negro en una gran parte de su arte, ciertamente deviene de ese afán por marcar el ímpetu expresivo hacia lo dramático, aunque ya a partir de mediados de los noventa comienza a trabajar más el cromatismo variado en sus obras.

Günter Grass, además de ser un genio de su época en la literatura, fue un hombre comprometido con causas nobles, entre estas, la defensa del pueblo cubano. El Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) ha publicado una nota de condolencia en la que recuerda cuán “importante fue contar con su firma militante en defensa de la liberación de nuestros cinco antiterroristas que guardaron injusta prisión durante 16 años en cárceles estadounidenses”, y se resalta cómo “un hombre de tan alta autoridad en las letras, tuvo también espacio para expresar su solidaridad con un pequeño país del Caribe”.

Aún cuando el pasado año dio a conocer que no produciría más novelas por la complejidad y tiempo que ello conllevaba a su edad,  continuó  realizando dibujos y escribiendo poemas.  Inclusive, en la última entrevista que le hicieran el pasado 21 de marzo de 2015, y que aparece en Internet (periódico El País), Günter Grass  mencionó  su propósito de exponer en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y su pasión por los grabados de Francisco Goya: “¡Es de una imaginación impresionante, cómo ilustra la demencia de este mundo!” dijo al final de su diálogo.

Su creación seguirá viva, pese a su desaparición física, porque sus novelas, ensayos, memorias, relatos y discursos, como sus obras de arte (pinturas, esculturas, dibujos, ilustraciones y grabados) continuarán con nosotros para enriquecernos: nos deja toda su obra no solo para disfrutar, sino también para alertarnos de cuán peligrosa es “la capacidad del hombre para autodestruirse”.


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