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Los primeros pasos


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Durante el último congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en comisión dedicada a los medios de comunicación, se ratificó una vez más un reclamo recurrente en los últimos años: la necesidad de retomar la línea productiva televisiva de las adaptaciones de relatos literarios y teatrales clásicos, tanto cubanos como universales, que por décadas enriquecieron a nuestra pantalla.

Aunque los que hoy peinamos canas las recordamos con nitidez, las nuevas generaciones merecen que repasemos el entorno en que se fortaleció esta práctica mediática.

Entre 1959-1960 el proceso de transferencia al Estado del sistema electrónico nacional culmina la etapa comercial de una televisión que dedicaba el 75, 04 % de su programación al entretenimiento (1), en especial a proyectos musicales y dramatizados. 

Desde el propio enero de 1959, las televisoras  privadas introdujeron nuevas temáticas: su monumental y prolongada cobertura del arribo de La caravana de la libertad, la presentación de líderes en los estudios y el análisis de cada medida revolucionaria fue un proceso espontáneo donde lo informativo-mediático fue a su vez vehículo de formación, prevención y propaganda que expandió y fortaleció al programa  gubernamental.

En marzo de 1959 se crea el Instituto del Arte e Industria Cinematográficos —la primera institución cultural de la Revolución—, vaticinio de lo que vendría después; y los recién intervenidos canales 2 y 12 estrenaron nuevos contenidos en dramatizaciones televisivas unitarias o episódicas escritas por Paco Alfonso y El Indio Naborí, que revelaban los actos criminales de la dictadura batistiana y la situación lastimosa del campesinado cubano.  

En 1961, el éxito rotundo de la Campaña de Alfabetización nacional abrió las puertas a la masificación de la educación y la cultura en toda la sociedad.

El 24 de mayo de 1962 se funda el Instituto Cubano de Radiodifusión (2) —ICR—, que    entre sus numerosos retos organizativos, económicos y tecnológicos enfrenta la  reconversión de su diseño de programación, sus contenidos y sus mensajes para hacerlos corresponder con la radiodifusión de servicio público y con el novedoso entorno social.  

Se incrementan las aulas en todos los niveles de enseñanza, se capacitan miles de jóvenes campesinos y citadinos antes excluidos, se crea el sistema de instituciones culturales especializadas en las artes, las letras y el cine; se funda una red de centros de enseñanza artística financiada por el Estado y el deporte devino derecho del pueblo.

Durante la primera mitad de los años sesenta la programación no tuvo grandes cambios; salvo que, desde 1961, se eliminaron los mensajes comerciales en los soportes electrónicos.  

Apropiándose de lo mejor de nuestra tradición audiovisual, la televisión inaugura en 1964 el Teatro ICR, donde Marcos Behemaras estrena —cada semana primero y luego cada quince días— piezas dramáticas o comedias clásicas universales-nacionales y  contemporáneas y se retoma la adaptación de famosas novelas literarias con  intencionalidades didácticas, estéticas e ideológicas.   

En 1967 se fijan algunos objetivos de la programación televisiva: llevar a la población las obras clásicas de la literatura universal para acercar al público a una tradición de valores universalmente consagrados; presentar obras modernas que por su temática o estilo sean innovadoras y cuyo contenido enriquezca o reafirme nuestros presupuestos ideológicos; crear programas definidos como históricos que acerquen al público a la objetivación de los grandes procesos sociales y de los hombres que en ellos han actuado, para una mejor comprensión de los cambios revolucionarios; promover el interés por los aspectos más importantes o más significativos en la integración de nuestra nacionalidad y de la génesis de la Revolución cubana; destacar los logros y las actividades más importantes de la Revolución en todos los terrenos; y realizar programas que recuerden críticamente los vicios, la humillación y la explotación característicos del pasado prerrevolucionario, que sirvan de testimonio a la formación de las nuevas generaciones que no tienen tales vivencias.

Desde ese propio año, la programación audiovisual se remodela. A las tres ediciones diarias del Noticiero Nacional —difundidas por los canales 2 y 6—, se suman proyectos de contenido informativo de amplio espectro temático: El hombre y los sellos, Ciencia y salud, El pueblo y su transporte, Cocina al minuto, 24 x segundo, Tránsito y Tiempo y espacio.

Los musicales buscan acrecentar nuestros formatos y valores, ahondar en el conocimiento del acervo cultural nacional-latinoamericano, en lo más valedero de la cultura universal y fortalecer el carácter, origen e historia de la música cubana. Algunos ejemplos pudieran ser Juntos a las 9, A través de la música, Pantalla mágica, Buenas tardes, De repente en TV, De viernes a viernes, En el aire, Art TV, Álbum de Cuba y Palmas y cañas.

En este decenio se emiten veinte espacios dramatizados habituales, que superan al 8% de programación total difundida por los canales nacionales 6 y 2. Las aventuras, con dos horarios vespertinos entre lunes y viernes, estrenan en originales o adaptaciones lo mejor del género, destacando los valores épicos y morales como gestores de patrones de conducta: la rebelión india de Tupac Amaru, las guerrillas latinoamericanas, los mambises y los clásicos Julio Verne, Twain, Stevenson, Dumas, Salgari, London, etc.   

Surge, además, el Teatro testimonio.

La novela de las 10 —donde Roberto Garriga en los años 50 estrenaba sus éxitos radiales— da paso a Grandes novelas (3), donde este propio creador adapta y dirige inolvidables versiones televisivas de los clásicos de la literatura universal y cubana, tres veces por  semana y en vivo.

En Imágenes, de nueva creación, Justo Rodríguez Santos adapta y dirige versiones noveladas inspiradas en las historias de vida de grandes figuras del arte; y en Horizontes, las telenovelas originales de Aleida Amaya inauguran un formato experimental que hace transcurrir a las historias en dos momentos históricos —antes y después de la Revolución—, que mantendrán durante mucho tiempo diversos autores, entre ellos, Mayté Vera.      

Se estrenan policíacos fílmicos como Sector 40 y Móvil 8. Surge un espacio semanal con lo más valioso de la cuentística nacional-universal y se alternan programas humorísticos de ambiente costumbrista como: Detrás de la fachada, Casos y cosas de casa y San Nicolás del Peladero

La amena y recreativa programación infantil de esa primera década abarca entre lunes y viernes el horario vespertino, y mientras brinda conocimientos estimula la apreciación estética y la  imaginación, acerca a la historia patria o ayuda a mejorar el lenguaje en proyectos como: Caritas, Amigo y sus amiguitos, Variedades infantiles, Tía Tata cuenta cuentos y A jugar. A ellos se sumaron las tiras cómicas, los filmes y las actividades circenses.

La alianza de la radiodifusión con el Ministerio de Educación propulsa la enseñanza y  la cultura general. Entre 1967-1971, se emiten radio-teleclases para los estudiantes de los niveles séptimo-decimosegundo según el calendario, la frecuencia y los horarios previstos por el Ministerio de Educación y “clases modelo” que optimizan la superación profesoral y generalizan medios de enseñanza auxiliar, métodos pedagógicos novedosos, etc. 

En 1968, la flamante Dirección de programas educacionales de la televisión genera variados formatos y géneros donde todos nuestros recursos tecnológicos-artísticos apoyan la función educativa-cultural. Este proceso redimensiona a la televisión: algunos ejemplos son: ¿Qué dice aquí?, Nuestros hijos, El hombre y su mundo, Literatura, Escriba y lea, Tradiciones cubanas y Ciencia y desarrollo. El centenario del inicio de nuestras gestas independentistas propicia, además, el estreno de disímiles propuestas de contenidos históricos.

Las coyunturas y necesidades sociales de los años sesenta no son las del 2014, la radiodifusión cubana actual tiene nuevos retos y la escenificación de los clásicos tiene un alto costo financiero-material y requiere talento; por ello, solo la creación de un frente común en el sector cultural podrá alcanzar lo que demandan estos tiempos.

Mientras esto suceda, agradezco a los hombres y mujeres que hicieron la radio y la  televisión en los lejanos años 60, cuando protagonizaron la gesta fundacional de la programación de la televisión pública.

 

NOTAS:

 

  1. El 44.10 % de la programación televisiva de entretenimiento correspondía a la producción importada de Estados Unidos, fundamentalmente del género de aventuras. El 10.05 % era información y el 6.2 %, educación.
  2. Luego denominado Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).
  3. En los años 50 se difundió un espacio de igual nombre y objetivo.

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