Oliver Stone habla y, en efecto, sube el pan. El director de Snowden compareció en rueda de prensa en San Sebastián y, aunque en puridad nada dijo que no esté ya en su película, no dejó de sorprender. Al fin y al cabo, comparar la actuación de Obama en la presidencia con la de la Stasi en la Alemania Oriental o poner en paralelo la política seguida contra el terrorismo en Estados Unidos actualmente con la adoptada por el régimen nazi llama la atención, la verdad. Si a ese se le suma la descripción que apuntó de lo que ahora está pasando en su país con Hillary Clinton y Donald Trump luchando por la presidencia como "un proceso autodestructivo", no queda otra que rendirse a la evidencia: Oliver Stone ha vuelto.

"La película se empezó a pensar hace más de dos años. No era nuestra intención interferir, ni influir en nada ni nadie. Y menos aún en una elecciones. No había una agenda", comentó a modo de prólogo y para despejar dudas. "No hemos querido retratar a un héroe ni a un traidor. Nos hemos limitado a contar lo que pasó, que fue que un hombre se fue de la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional). Eso no es nada fácil. Desde los años 60 sólo han hecho lo mismo tres personas". Y ahí lo dejó.

Para situarse, la película, tal como el director apunta, relata todo el proceso de, primero, concienciación, luego, confesión, y, finalmente, fuga de Edward Snowden. Desde su deseo primero por entrar en el Ejército, luego en la CIA y finalmente conseguirlo en los servicios de seguridad y vigilancia, hasta la entrevista en la que filtró toda la documentación y su posterior huida a Moscú, donde actualmente permanece enclaustrado. De hecho, en su afán de reconstrucción del periplo vital de arrepentimiento, llamémoslo así, la cinta se detiene básicamente en el rodaje del documental Citizenfour. Ahí empieza y ahí termina. Digamos que la película se convierte en algo así como el contraplano del trabajo de Laura Poitras galardonado con el Oscar. Todo igual, pero todo diferente.

"Desde que empezamos a planear la película nos reunimos con Snowden cuatro veces. Me pareció siempre un hombre sin fisuras, con las ideas muy claras y perfectamente convencido de lo que hacía. No voy a inventar defectos donde no los vi", comenta Stone. A su lado, el actor protagonista, Joseph Gordon-Lewitt, recuerda con precisión las cuatro horas que pasó al lado de Snowden para retener cada uno de sus tics, sus gestos, su hablar pausado, su mirada siempre de frente.

-¿Se siente decepcionado por la Administración de Obama?

-Lo cierto es que Obama llegó al cargo prometiendo transparencia. Sus declaraciones se pueden ver en la película. Lo que tenemos ahora en Estados Unidos es un estado policial inédito en la historia. Estamos en un régimen peor que el de la Stasi en los tiempos de Alemania Oriental.

De otro modo, Oliver Stone en el papel de Oliver Stone.

Para el director, obviamente, y pese a su promesa de referirse sólo a los hechos, una situación de estas características nunca está justificada. "En nombre del terrorismo no se pueden cambiar las reglas ni limitar los derechos civiles. Eso es lo que se hace cuando se ataca a la privacidad de la gente. No es la primera vez que ocurre. Los nazis en los años 30 ya hicieron algo parecido. Que el terrorismo sea un gran peligro no significa que se pueda tomar cualquier medida para protegernos", dice. En definitiva, y de nuevo, ¿quién nos protege de los que nos protegen? es la pregunta que estructura y justifica tanto la argumentación de Stone en el Kursaal como de la propia película.

-¿Cómo ve la carrera presidencial?

-Ninguno de los dos candidatos ha dicho nada de cambiar el sistema de vigilancia. Gane quien gane, preveo un camino lleno de baches para el futuro. Quizá de eso saquemos algo en limpio y el pueblo americano se da cuenta que, de seguir así, vamos hacia la autodestrucción.

En efecto, Oliver Stone ha vuelto.