Otro golpe de bajo


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Apuntes necesarios y complementarios a un DVD instructivo

La pedagogía en la música cubana fue parte fundamental y determinante de su desarrollo en el siglo XX, que vio el paso del empirismo más raigal a una metodología impulsada por la creación de un corpus nacional que incluía, además de  academias privadas, algún que otro conservatorio y toda una red de profesores aislados; que combinaban su labor en todos los formatos orquestales existentes; lo que permitía que un músico, lo mismo fuera parte de la nómina de la charanga de Belisario López o de Antonio María Romeu, de alguno de los sextetos o septetos y a su vez, ocupara un atril en la Filarmónica o la Sinfónica Nacional, o simplemente tuviera un grupo de pupilos cuyos padres soñaban que él o ella algún día ejecutaran tal o más cual instrumento con mayor o menor fortuna.

Así se habla del método del conservatorio Orbón para piano y su red de sucursales a lo largo de la nación; del método de guitarra del maestro Guyún o de la escuela de los Nicola en ese mismo instrumento; y que decir del papel de Armando Romeu trascribiendo los estudios, programas y métodos de algunas universidades de música de Estados Unidos que permitieron en determinado momento —y llega hasta nuestros días— la actualización de muchos músicos en campos como la armonía y la composición sobre todo en el jazz y para las grandes bandas; lo que influyó e influye en el talento de algunos de nuestros más importantes músicos contemporáneos.

Del mismo modo hubo otros instrumentos cuya enseñanza o aprendizaje no pasó más allá del empirismo; el ejemplo más notable es toda la familia de percutientes afrocubanos; que decir entonces de un elemento determinante de la música popular cubana como el tumbao del piano cuyos secretos se aprendían de oído o de simple imitación. Pero todo eso fue cambiando en la medida que el siglo XX fue avanzando y llegamos al XXI con todas sus revoluciones tecnológicas y la globalización del saber.

En el camino de las nuevas tecnologías aplicadas al dominio de un instrumento y su metodología; muy particular y personal; se inscribe el DVD El bajo en la timba cubana y que tiene como protagonista a Feliciano Arango y su estilo muy personal de ejecutar ese instrumento dentro de la timba.

Pero el DVD de marras no se circunscribe solo al aspecto pedagógico per se; incluye además una gran descarga sonora y un documental complementario. Propongo entonces que hurguemos en su interior.

El Método

Permítaseme, brevemente, que presente a Feliciano Arango. La primera vez que le vi era miembro del grupo Otra visión, del pianista Emiliano Salvador, donde compartía atriles con otro virtuoso de estos tiempos: Orlando “Maraca” Valle, que ejecutaba la flauta. Desde ese mismo momento su forma de tocar el instrumento comenzó a llamar la atención por la energía que mostraba; años después aparece en NG la Banda con un estilo más definido y con ideas más claras en cuanto al manejo del instrumento y su papel dentro de la música popular cubana y el jazz.

Pero Feliciano además de su talento para el instrumento, su insaciable necesidad de estudiar es y fue el alumno preferido de Orlando “Cachaíto” López; que a su vez fue alumno de su tío Israel López, o simplemente “Cachao”, el grande diría mi amigo Leonardo Acosta. Lo que lo define como uno de los continuadores de un estilo o escuela dentro del bajo en la música cubana que no ha sido aún  justipreciada en su magnitud.

Las clases que desarrolla Feliciano en este DVD, están avaladas por su propia experiencia como ejecutante dentro de la música popular bailable cubana, pero imbrican también otras influencias cercanas a sus años de estudio y a su debut como instrumentista profesionalmente: de una parte la impronta de Irakere y en lo particular el trabajo de Carlos del Puerto, padre, en ese instrumento; y por la otra el trabajo de otro bajista cubano, pedagogo por demás, olvidado hoy, llamado Silvio Vergara.

Vergara y del Puerto en los años ochenta escribieron el que puede ser considerado el primer método de aprendizaje del bajo para la música cubana y en que se describían todos los elementos que debían ser dominados para ejecutar en ese instrumento todos los géneros que la componen. Sin embargo tal empeño pedagógico no pasó del material elaborado y su conocimiento por parte de algunos músicos y estudiantes del instrumento cercano a estos músicos.

Vergara moría en esa misma década y Carlos del Puerto se marcharía a Europa en los noventa con su estilo y aquel método; dejando un espacio que era necesario llenar; entonces con buen tino llegan, casi un cuarto de siglo después, estas lecciones de Feliciano Arango para impulsar nuevamente la importancia de una forma de tocar que ya trasciende lo cubano y que es importante recuperar.

Del son a la timba; del bajo como percutiente al jazz afrocubano; esas son las claves de Feliciano en su papel de profesor, en estas lecciones.

El Documental

Mayra María García, en carácter de productora y de admiradora sin límites del papel y la importancia de Feliciano Arango dentro de la música popular cubana; regresa nuevamente con un audiovisual para calzar “el método” Arango de ejecutar el bajo.

En veinte cuatro minutos intenta contar y reseñar tanto los años en que Feliciano comenzó su trascendencia musical, así como el entorno social, cultural y humano que le rodea. Para ello acude a voces que desde su autoridad cuentan e informan. Y sobre ese informar y contar quisiera nuevamente acotar, en aras de clarificar algunos puntos de vista, dignos de ser apuntalados.

Coinciden los tres en ignorar parte fundamental de los antecedentes históricos musicales y sociales que definen y condicionan la aparición y posterior difusión de la timba como fenómeno musical en los que es determinante una banda como Irakere que es mencionada de soslayo.

Uno de los ponentes en su afán de comunicar habla de “rescate y/o resurrección” de lo bailable en los años ochenta ignorando que a partir de 1983, tras la sacudida que provoco la visita de Oscar de León a Cuba; se abrieron nuevos horizontes internos para la música popular bailable. Para este entonces los cubanos bailaban con al menos doce orquestas y no con siete como llegó a ocurrir en el momento de mayor esplendor de la timba en los noventa o con dos como ocurre en la actualidad.

Me sorprende que otro de ellos acuse la definición de la timba al maestro Juan Formell a fecha tan lejana como 1998 cuando para ese entonces ya se habían publicado al menos tres interesantes artículos referidos al término, llamándole movimiento y refiriendo, más que elementos musicológicos; elementos conceptuales de orden generacional, social y hasta de influencias musicales.

Más grave aún es ignorar que los músicos involucrados en este momento, habían crecido y trabajado coincidentemente bajo la influencia de agrupaciones como Irakere, los Van Van de Juan Formell, la Orquesta Revé, Adalberto Álvarez con Son 14 primeros y con su Son posteriormente; la Ritmo Oriental, Los Reyes 73, el conjunto Rumbavana,  entre otras. Si tenían una sólida formación académica; pero también estaban interactuando siendo parte de Afrocuba, Opus 13 y otras formaciones. Entonces más que estudios existía una convergencia espacial y musical. Esa referencia debió estar al menos de soslayo en boca de los ponentes y bien merecía uno de los veinte y cuatro minutos.

Duele, parafraseando aquel bolero que alguna vez cantara Elena Burke, la ejecución de la pareja de baile que ilustra los contenidos del material cuando se habla de lo que se definió como “el tembleque” o “el despelote”;  bien ameritan ser enmarcados en la categoría de “patones”,  término hoy en desuso  pero que merece ser rescatado lo mismo que la trompetilla.

No dudo de la formación de tales bailarines, pero el sabor de aquella época, la vibra de esa música no lo transmiten,  y por momento recuerdan las lecciones que para turistas dan las academias que pululan en la ciudad. Decepcionan.

En líneas anteriores me referí a la figura de Orlando “Cachaito” López, el profesor. Es lamentable que su foto fuera sustituida por la de su tío, el gran “Cachao”; alguien podrá decir que a fin de cuenta es lo mismo pero no es tal; pues además de la confusión resta importancia al otro “Cachao” que por años dedicó energías a su alumno preferido y al que transmitió parte importante de su sabiduría.

Agradecible es el cuidado en el tratamiento de la fotografía y los ambientes por parte de los realizadores; el ritmo de la edición y el tempo dramático; lástima que algunas de las fuentes consultadas  referencialmente no hayan sentido el feeling de los realizadores.

Bomba con Coda

Feliciano Arango debuta en este material, al menos para los de casa, como alguien dispuesto a transmitir y reseñar su estilo a quienes se interesen por la vanguardia de la  música popular cubana. Tal vez siguiendo la ruta de quienes le enseñaron y formaron. Y lo hace amparado en una humildad digna de ser considerada.

La timba se aleja del panorama musical cubano; su agosto está terminando; sin embargo quienes le sustituyan tendrán la obligación de beber del trabajo de quienes la cultivaron y la vivieron. El nombre de Feliciano es y será referencia obligada a la hora de hacer el recuento, pero también estará presente en el futuro. De eso se trata.

 


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