Ramón Meza y su trascendente obra pedagógica y literaria


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Quizás no justipreciado como merece, el profesor, escritor, periodista, abogado funcionario público, y crítico literario cubano Ramón Julián Meza y Suárez Inclán, es el más importante novelista del siglo XIX cubano, honor que comparte con Cirilo Villaverde (Pinar del Río, 1812 - Nueva York, 1894).

Meza nació en La Habana el 28 de enero de 1861 y falleció en esta ciudad el 5 de diciembre de 1911; heredero de una familia habanera de larga tradición intelectual y en la que destacaban figuras relevantes de la vida cultural cubana en el siglo XIX, fue el novelista más fecundo de las postrimerías de la Cuba colonial y desarrolló una constante y admirable labor en el campo de la pedagogía cubana.

Se graduó en Derecho Civil y Canónico, en 1891, en la Universidad de La Habana, donde alcanzó posteriormente el título de Doctor en Filosofía y Letras, y consagró parte de su vida al magisterio y a la investigación de la historia de la educación en Cuba.

Poseedor de un espíritu pertinaz y diligente, de sólida y vasta cultura, admirable inteligencia, y probada honradez, abarcó con su quehacer zonas importantes del universo socio cultural cubano en el siglo XIX.

Fue miembro fundador de la Academia Cubana de la Historia; Concejal del Municipio de La Habana; Secretario de Instrucción pública y Bellas Artes de La Habana; subsecretario de Justicia y secretario de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la cual fue, además, director de sus memorias, publicadas anualmente durante el período 1900-1909.

Sus aportes en el campo de la educación en Cuba son notales y sobrepasan la publicación de una veintena de trabajos sobre destacados pedagogos cubanos, acerca de la experiencia pedagógica de avanzada internacional y en la isla.

Su influencia alcanzó un grado mayor al abogar por un proyecto para la creación de Escuelas Normales en las provincias, de carácter externo y gratuito; asimismo promovió la Ley por la cual se suprimen las Escuelas Normales de Verano y por otra parte, reconoce la validez de los certificados que habilitan a los maestros, en ambos casos hasta la legislación por el Congreso.

Por su iniciativa se firmó la Ley 18 de julio de 1909, que sirvió de base a la organización escolar; la Ley de la Fiesta del Árbol, primer lunes de abril, para despertar el amor por la naturaleza, y se creó el Acto de Jura de la Bandera al comenzar el curso escolar.

Fueron reconocidos sus esfuerzos por lograr la modernización de la escuela cubana y el avance educacional, y se interesó por la carencia de técnicos e ingenieros, que se empiezan a formar con el Plan Varona en la Universidad de La Habana.

Colaboró con las más prestigiosas publicaciones periódicas de su tiempo, como el periódico Patria, donde, bajo seudónimos, reportó la marcha de la guerra en Cuba, destaca las cualidades del pueblo y su derecho a la libertad; también con la Revista Cubana, la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, La Lotería, El Fígaro, Cuba, América y ocupó el cargo de redactor en La Habana Elegante.

Publicó una larga nómina de artículos, discursos y trabajos históricos, entre ellos, sus estudios biográficos sobre Eusebio Guiteras y Miguel Melero; ensayo sobre Julián del Casal; discurso al General Máximo Gómez por su muerte, y una historia de la educación cubana que no llegó a concluir.

La novela Ilustres de vista corta, sátira sobre la aristocracia cubana, que presentó al certamen del Círculo Habanero entre 1887 y 1888, pero no fue premiada, por lo que permaneció inédita y en la actualidad se considera extraviada.

Meza poseía una mirada aguda y certera hacia las costumbres y tradiciones cubanas, y una gran capacidad para describir psicológicamente a personajes típicos insulares, por lo que sus cerca de veinte Artículos de costumbres, que aparecen firmados en su mayoría con el pseudónimo que a menudo usaba: R. E. Maz, son un fiel reflejo de su realidad contemporánea y también de historias del pasado.

De igual modo, su novelística refleja desde el realismo y el naturalismo, la vida de la Cuba que le tocó vivir y se debe a su firma el logro narrativo más novedoso del período posterior a la culminación de la Guerra del 68.

Entre sus obras más significativas, se cuentan, Carmela (1886), Flores y calabazas (1886), Últimas páginas (1891), Mi tío el empleado (1887) y Don Aniceto el tendero (1889).

En una de las más conocidas, Mi tío el empleado, hace una incursión por la Habana cuando, tras el Pacto del Zanjón, el régimen colonial se caracterizaba por la corrupción administrativa y la ceguera política, y denuncia uno de los males de la época: el absurdo y ridículo mundo de nuevos ricos y burócratas que convergen en la capital cubana.

Con su personaje del emigrante español Vicente Cuevas, que en la primera parte de la novela se nos presenta ingenuo, tosco, inculto, dando sus primeros pasos en el ambiente de la burocracia colonial, y que luego deviene en el acaudalado conde Coveo, Meza expone las acusaciones de los cubanos contra aquellos emigrantes españoles que llegaban a la colonia con la pretensión de enriquecerse en poco tiempo utilizando las maneras más turbias.   

Auxiliado de un estilo apresurado, y directo, logra una sátira expresionista que muestra la visión amarga de La Habana de los desposeídos y también de la de los falsos oropeles, y diseña una parodia mediante la presentación de personajes que parecen caricaturas o títeres, de situaciones absurdas o inverosímiles descritas en forma realista y minuciosa.

Personalidad imprescindible para la literatura y la pedagogía del sigo XIX en la isla, Meza aporta un pensamiento avanzado para la época en ambos campos del humanismo y lega una obra personal consagrada a la cultura cubana.  


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