Rubén Darío a 155 años de su natalicio


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Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor

de la América ingenua que tiene sangre indígena,

que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Cuando el 18 de enero de 1867, nació aquel niño a quien nombraron Rubén, la República de Nicaragua y la Centroamérica toda se encontraban en plena convulsión política. La independencia de España había llegado desde el 15 de septiembre de 1821, casi se cumplía el cincuentenario, pero apenas hacía un decenio, se habían tenido que batir contra la expedición filibustera del estadounidense William Walker y contra los intentos británicos de colonizar la Mosquitia. Aún las naciones del istmo, estaban debatiéndose entre la vida y la muerte.

Hubiera sido Rubén García Sarmiento, el niño que parió ese día Rosa Sarmiento en la ciudad Metapa, cuyo padre era Manuel García, pero la tradición familiar por la parte paterna de convertir en apellido el nombre del tatarabuelo, lo convirtió en Rubén Darío y con ese poético nombre se reconocería a la postre, a uno de los más grandes bardos de Hispanoamérica y del modernismo, de este lado del Atlántico.

Con 12 años escribió un soneto, su primera obra conocida, y a los 13, apareció en el periódico El termómetro, su primera publicación, la elegía Una lágrima. De entonces, a su muerte, acaecida el 6 de febrero de 1916 en la ciudad de León, con apenas 49 años, cultivó una obra enorme.

Aunque sin dudas, es en la poesía en la que más aportó a la literatura, Darío se destacó por sus numerosos artículos periódicos para rotativos de varias naciones, también incursionó en el teatro con una única obra: Cada oveja, y escribió una novela: Emelina, en coautoría con Eduardo Poirier y otra propia: El oro de Mallorca, que no concluyó.

Su primer libro de poemas: Abrojos, lo publica en Chile en marzo de 1887, a los 20 años de edad, sin embargo, varios habían sido los intentos anteriores por publicar libros de poemas. A los 14 años se propuso publicar Poesías y artículos en prosa, sin embargo, este prodigioso poemario no apareció en letra de imprenta hasta 1966, en el cincuentenario de su muerte, y en 1884, con 17 años, escribió Epístolas ypoemas, pero no se publicó hasta 1888, con el título de Primeras notas.

Rubén Darío adaptó el verso alejandrino francés a la métrica castellana siendo una característica de su obra y al decir de expertos, fue ésta, su principal novedad, pues a la larga, se convertiría en el principal rasgo de la poesía modernista y de ahí, su consideración por algunos, como “padre del modernismo hispanoamericano”, paternidad que, sin dudas, en mi humilde opinión, comparte con el poeta cubano José Martí, al cual también se le considera, por muchos, con igual reconocimiento.

De hecho, mucho se ha debatido sobre quién primero y quien después, quién, entre ellos, fue superior, y la realidad, es que, los aportes de ambos son de consideración y la obra de ambos, son enriquecedoras del acervo literario hispanoamericano, en el verso y en la prosa.

Se conoce aquél encuentro entre los dos grandes. Darío, le llamó “padre” a Martí y éste, le llamó “hijo”. Biológicamente, José Julián era 14 años mayor que Rubén y cuando escribió su poema Yara, primera de sus obras conocida, en 1868, el nicaragüense aún tenía un año de vida.

Mucho en común tenían. Ambos comenzaron a ser reconocidos en la literatura desde la adolescencia y, por tanto, desarrollaron una obra marcada por sus edades juveniles. Martí, murió con sólo 42 años. Cuando esto ocurrió el 19 de mayo de 1895, Darío, al conocer la noticia dejaría para la historia una frase epitáfica: Maestro…¿qué has hecho?, y la caída de Martí en Dos Ríos, fue a los 16 días de haber fallecido la madre de Darío; para el bardo centroamericano fueron dos irreparables pérdidas físicas en muy poco tiempo. Pero si Martí muere en edad temprana, también fue así en el caso de Darío quien dejaría de existir con 49 años; ninguno de los dos alcanzó el medio siglo de existencia.

Martí y Darío fungieron como periodistas, pero tuvieron la comunión de ser corresponsales para el diario La nación, de Buenos Aires, Argentina; en su época, el rotativo más leído en toda la Hispanoamérica, que se honraba con tener en su roster a muchas de las más prestigiosas figuras de las letras del continente.

Aunque su libro Azul… de versos y textos en prosa, de 1888, se considera una revolución en la literatura modernista, la consagración definitiva de Darío, en el modernismo hispanoamericano, la logra posterior a la muerte de Martí. Son dos libros cruciales los que fundamentan criterio: Los raros y Prosas profanas y otros poemas, ambos publicados en la Argentina en 1896.

Rubén Darío fue un consecuente latinoamericanista y bolivariano, desde el punto de vista de la integración. Era, de los que no veía fronteras reales entre las naciones al sur del río Bravo, con orígenes y culturas similares.

Darío fue un liberal, a la manera del liberalismo progresista latinoamericano del siglo XIX del que resultaron paradigmas Benito Juárez y Eloy Alfaro. Fue sumamente anticlerical, y precisamente era esa una de las características del liberalismo de ésta región en la centuria decimonónica.

En su poema A Roosevelt (citado parcialmente al inicio de este artículo) dejó clara su mirada a las pretensiones imperiales de los Estados Unidos tras la Guerra hispano-estadounidense de 1898 e igualmente establecería la metafórica oposición entre Ariel y Calibán, el primero como personificación de Latinoamérica y el segundo, el monstruo que consideraba que era Estados Unidos. En este particular existe otra coincidencia de criterios entre Martí y Darío. En el caso del cubano, bastarían Vindicación de Cuba y su última carta a Manuel Mercado, inconclusa, fechada el 18 de mayo de 1895, para demostrarlo.

Lo que nos deja perplejos, -realmente es incoherente con su postura anterior y posterior- es el poema Salutación del águila, que Darío dedica a los Estados Unidos en ocasión de la Tercera Conferencia Panamericana de 1906, en la que participó como secretario de la delegación de su país y en la que da una impresión de subordinación y acatamiento al imperio.

Darío fue antitiránico, como lo demostró en su posición respecto al presidente mexicano Porfirio Díaz y fue solidario con la Revolución Mexicana iniciada en 1910. Ese año visitó La Habana y se frustró un intento de suicidio bajo los efectos del alcohol.

Este poeta de profundas raíces y enorme follaje, ante el deterioro de su salud, previó su temprana muerte y comprometido con él mismo nos dejó escrita su autobiografía: La vida de Rubén Darío escrita por él mismo; una crónica crítica sobre su propia obra: Historia de mis libros y su autobiografía novelada, a la que hicimos referencia antes: El oro de Mallorca. 

De este grande habría que decir, a la altura de la tercera década del siglo XXI: es difícil pensarlo muerto, su obra aún se siente recién salida del horno.


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