Colombia ha traído a esta Bienal en San Alejandro a un grupo importante de artistas. Ellos, todos, han resultado un punto de giro fundamental para comprender, un poco más, cómo anda el termómetro del arte en ese hermano país.

Esta vez la expectativa ha sido grande, sobre todo por la historia, que pesa y se vuelve recurrente. El Caribe y Suramérica, rico en tradiciones y maneras tan disímiles de hacer, no se presenta desde lo tradicional, sino a través de una visualidad muy contemporánea, reflexiva y cuestionadora.

Un hombre que teje, construye un mundo. Lo hace a su antojo y, en él, dispone los caminos y los límites: la libertad y el encierro. Ese es Ricardo Cárdenas, quien con su Nube arma un mundo de fantasías y reflexiones. Su obra se enmarca en la escultura ambiental y es, por así decirlo, una suerte de muestra perpetua que lucirá la fachada de la Academia, pues ha sobrevenido un regalo del artista a la colección sanalejandrina. La misma, compuesta por finos hilos de acero inoxidable —para muchos una suerte de nido o de maleza—, es un canto a la fuerza y a la unión, pero también a la aparente fragilidad de las cosas. La malla, de casi 40 kilogramos de peso, se alza con la ligereza de las obras orgánicas, resaltando en su contraste con las altas columnas monumentales de la Academia. Es una contraposición estética y visual, en la que cada una parece discursar desde su perspectiva, incitando al juego y a la especulación.

Nube es una pieza de carácter. Todo en ella lo es. A simple vista parece sencilla, pero cuando uno se acerca puede ver los entreveros que la hacen tan provocadora y querible a la vez. Es permanente en su estructura y ligera en su visualidad. Es flexible al ojo y rígida al tacto. Es radiante de día y sombría de noche.

Que esté posicionada en la columnata de entrada no fue una decisión casual. La idea inicial era realizarla y suspenderla desde el techo del amplio soportal, pero los puntales majestuosos del histórico edificio hicieron lo imposible por robarse el espectáculo. Ese era su espacio y sobre ellas tenía que ser realizada. Durante más de una semana Ricardo Cárdenas tejió, soldó, armó y construyó su sueño. Su Nube fue realizada in situ sobre la tercera columna, atada con romántica poesía a la vida de la Academia, como si con ella se trenzara una historia entre el viejo Templo y la nueva escultura. Resistirá el paso del tiempo. Es una nube que se queda.