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Unidos por la aventura (III)


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Fotos cortesía del Equipo de Arqueología subacuática del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de La Habana.

Por la senda empírica o las vías institucionales quienes realizan arqueología subacuática en Cuba han hecho posible, con sus estudios y hallazgos, el rescate de una parte esencial del patrimonio cultural de la nación. Varios proyectos lo atestiguan.

Dos grandes trabajos han marcado la trayectoria de Daniel Etayo. Uno relativo a la documentación de un pecio que hay en la zona de Boca Ciega: los restos del vapor Ciudad de Alejandría, hundido desde 1893.

Era el que, con mayor rapidez, hacía el viaje entre Nueva York y La Habana, demoraba tres días en llegar. Su hundimiento se produjo después de una explosión en una de las bodegas delanteras. En la época hubo mucha especulación. Le echaron la culpa a los independentistas de Cuba, que estaban traficando armas a escondidas, pero nunca se supo la causa verdadera.

En el sitio del naufragio, hoy solo quedan hierros retorcidos. Aunque no está en aguas profundas —entre seis y  ocho metros de profundidad—, sí se halla alejado de la costa, a 300 metros, explica el máster en Arqueología.

Durante su período como becario de la National Geographic, indagó en archivos de Estados Unidos y pudo localizar la única imagen conocida del buque. No han aparecido otras pues los planos originales fueron destruidos por las autoridades norteamericanas en la década del 60, asegura. Sin embargo, su equipo ha aclarado varias cuestiones históricas, y ha trascendido la mera documentación para crear una multimedia, a fin de hacer llegar sus conocimientos a la población.

Aplicamos un sistema de documentación nuevo, hemos hecho un foto-mosaico de más de 500 fotos digitales, y ahora estamos culminando un recorrido virtual por el pecio, usando imágenes de 360 grados. Quien quiera visitar el pecio sin necesidad de bucear, podrá entrar gracias a la multimedia, que está casi terminada. Pensamos distribuirla en las escuelas, y para la población en general.

Según Daniel, el otro compromiso en el cual se halla involucrado no se trata de un típico proyecto de arqueología subacuática, porque la búsqueda no es en el agua, sino en la arena. Tratan de encontrar los restos de una embarcación ya fotografiados e investigados en 1950, pero tapados luego, hasta el 2003. El joven arqueólogo hace un recuento de la travesía:

Se volvió a encontrar un fragmento de madera y se hizo llegar al CENCREM, al departamento de Arqueología. A partir de gestiones con un museo noruego se fichó la embarcación, la cual provenía de una zona fuera de América. Así comenzó un proyecto muy grande que ha tenido sus bajas y sus altas. Ha sido auspiciado por diferentes instituciones, entre ellas una casa productora de Dinamarca y la National Geographic Society. Ahora estamos solos.

Aún no hemos encontrado la embarcación. Es como buscar una aguja en un pajar, porque las personas que estuvieron en 1950 ahí, de siete, solo quedan dos, de avanzada edad. Además, la playa ha sufrido mucha alteración, ha habido transformación del medio de manera que ellos no logran decir con exactitud el lugar.

Hemos tenido mucha suerte a pesar de todo, usamos equipamiento de última tecnología disponible en Cuba. Tuvimos a nuestra disposición el mismo radar que se empleó para buscar los restos del Che en Bolivia, pero era un área muy grande. Ya hemos reducido la búsqueda a 20 metros, es decir, casi tenemos el lugar exacto de la embarcación. La arena es un medio muy dinámico, y escavar en ella resulta difícil, lleva recursos que ahora no tenemos.

Desde el Gabinete

También el grupo vinculado al patrimonio subacuático del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, ha protagonizado numerosas experiencias, y por estos días añaden aspiraciones.

Estamos llegando a un nivel muy bueno de conocimiento. Hemos estado inmersos en proyectos de arqueología subacuática en diferentes lugares, tales como Venezuela. Allí hicimos estudios en La Sabana, playa venezolana donde apareció un pecio muy atractivo, y en Isla de Ave, sitio en el cual hemos hecho una prospección y localizado siete pecios, especifica Roger Arrazcaeta.

A su lado, Antoni Fonolla comenta con orgullo:

Nos hemos convertido en punto de referencia, dicho por la Unesco. Tanto así que actualmente se está construyendo el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, en Washington, y ellos nos han pedido ayuda. Debemos localizar un barco de esclavos. 

Aunque inicialmente les pidieron descubrir una embarcación hundida en las cercanías de la bahía de Matanzas —el Enrique, señala Roger, han ampliado la investigación a una serie de sitios localizados en la zona. Además, están involucrados en un proyecto en la costa de Pinar del Río, vinculado a un galeón francés hundido hacia 1714:

Ya está localizado el barco, del cual se salvó la tripulación, pero los esclavos murieron pues estaban encadenados. Todo esto forma parte del proyecto Olokun que, junto a nosotros, lo llevan a cabo el mencionado museo de Estados Unidos y el de la Ruta del Esclavo, radicado en Matanzas, revela Arrazcaeta Delgado, quien agrega:

Hoy tenemos varios planes, uno de los más importantes es la realización de un mapa arqueológico del patrimonio subacuático cubano, que va a contar con la colaboración de varias oficinas de historiadores y conservadores de la nación, como las de Camagüey y Trinidad. Comenzamos por la provincia de La Habana.

El sueño del Navegador

Santa Cruz del Norte es un lugar privilegiado si de patrimonio subacuático se trata. De acuerdo con Antoni Fonolla y Roger Arrazcaeta, la rada ubicada allí constituye el primer sitio de patrimonio cultural subacuático declarado Monumento Nacional en el país, y el pecio Navegador el primero de su tipo como Monumento Local. En cuanto al avance en el estudio de este último, Roger expone:

Estamos todavía a nivel de prospección y levantamiento del plano porque la fragata está, desafortunadamente, en un lugar que se halla expuesto continuamente a la contaminación, por los desechos de la industria del ron de Santa Cruz, la cual vierte directamente al mar. Eso nos ha atrasado muchísimo.

En adición, buceadores y pescadores submarinos que conocen el lugar extraen material. Ya han sido incautadas algunas piezas. Estas personas, al desconocer los procesos de conservación, aceleran la destrucción de los materiales arqueológicos, los que tienen un equilibrio muy delicado. Cuando los sacas del agua, las sales que están contenidas en los poros y han sido absorbidas durante cientos de años, cristalizan y comienzan a salir hacia el exterior, y esos cristales destruyen el vidriado y rajan la losa. Pero para la madera y los metales el proceso es mucho más peligroso y delicado. 

Quienes participan en el saqueo destruyen el sitio e impiden que los arqueólogos puedan hacer una interpretación de cómo se hundió el barco, su estructura, cargamento, toda la información se pierde.

Con tacto ambos arqueólogos del Gabinete muestran piezas venidas del Navegador. Algunas conservan los dibujos grabados, otras no; sin embargo, indudablemente todas muestran un admirable estado de conservación y el refinamiento que caracterizó la imprenta de la fábrica inglesa a la cual pertenecía gran parte de la losa transportada por la fragata.

Aquí mismo hemos restaurado las piezas encontradas, sobre todo gracias al conocimiento de nuestro personal y el ingenio cubano. Nuestro museo de arqueología está ampliándose, y pretendemos exponerlas en una de las salas, dedicada específicamente al Navegador, asegura Arrazcaeta.

Pese a tan esperanzadores planes, una preocupación hace nido en la mente del arqueólogo:

Como no lo hemos podido visitar más por la contaminación, la carrera la están ganando los saqueadores. Al vivir allí, saben cuándo la fábrica está vertiendo al mar o no.

Amar, estudiar, conocer

Una década de dedicación ha requerido uno de los proyectos de Daniel Etayo, cinco años menos que los transitados en la arqueología subacuática, y no obstante las dificultades, continúa prendado, no solo ante este enigmático pecio, sino ante todo lo que circunda un ejercicio que ha fortalecido su cultura:

Creo que la arqueología es una sola, sea bajo el mar o en la tierra. He tenido la posibilidad de practicarla en el fondo del mar y en lo alto de una montaña, trabajando entre 4 mil 100 y 4 mil 700 metros de altura, en los Andes. El problema es tener la pasión por lo que haces, y el conocimiento. Es como la Medicina, debes leer muchísimo, estar en sintonía con lo que pasa en el mundo.

Una opinión similar comparte Antoni Fonolla:

Cuando terminas la excavación, es solo el comienzo. Implica mucha búsqueda y estudio para poder identificar la época de los objetos, país y fábrica de procedencia, utilidad que tuvieron, y muchas cosas más. Esta profesión requiere un esfuerzo que solo se logra si la adoras y crees en ella. El que no viva para y por la arqueología —sea terrestre o subacuática— que la deje.


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