Édouard Glissant, del torbellino y la relación


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Visita de Edouard Glissant a Cuba en 1976. Archivo Fotográfico de Casa.

Este texto inaugura una serie de investigaciones del Centro de Estudios del Caribe sobre la cultura y el pensamiento del Caribe francófono y sus diásporas, con particular atención a la relación de intelectuales, artistas y proyectos con la Casa de las Américas, como parte de las celebraciones por la Semana de la Francofonía 2021.

 

« Si […] nous regardons sur l’horizon,

nous voyons non pas un autre pays seulement,

mais la Caraïbe tout entière,

qui change notre regard et lui enseigne

à ne rien négliger du Monde ».[1]

Se acumulan diez años en este 2021 de la partida de Édouard Glissant, martiniqueño universal quien en su obra y su vida se consagró a la comprensión de la peculiaridad de la expresión caribeña: en sus complejidades lingüísticas, en sus itinerarios y roces humanos, en sus conflictividades históricas, en su profusión creativa y resiliente.

Este poeta y filósofo de expresión francófona consideraba que la diversidad es «matrise-motrice du chaos-monde» (Une nouvelle région du monde, Gallimard, 2006) que forma la Relación, concepto primordial dentro de su sistema «archipiélico» conceptual. En este mismo sentido, su pensamiento poético se desplazó entre los conceptos de antillanidad, creolidad, tout-monde y mondialité, no en línea transparente y recta sino en círculos concéntricos a la manera de sus propios diseños de torbellinos y espirales que inundaban sus cuadernos de apuntes.

Cuadernos de apuntes de Édouard Glissant.

De ahí que su obra se caracterice por esa alternancia y simultaneidad de ideas, siempre coherentes entre sí, siempre sustituyéndose las unas a las otras, para formar esa densidad tan suya: descentrada, rizomática, archipielar. Sin embargo, el punto de partida, y también el de regreso, fue la comprensión de la diversidad (no-dicha, opacada, homogeneizada) del paisaje primero: la isla de Martinica, en el arco de las Antillas, en el Mar Caribe. Este espacio, esta circunstancia, marcó su pensamiento y también su actuar. Es la isla siempre llamada, siempre citada, siempre pensada desde los poemarios de la década del 50, así como en Le discours antillais, en La Lézarde y en La terre incrée. País soñado y real, Martinica es el epicentro de ese movimiento de espiral por el que Glissant transitó de una comprensión de la diversidad de su tierra a una comprensión de la diversidad del chaos-monde. “Agis dans ton lieu, pense avec le monde” será el trazo que se repetirá al final de su vida. 

Así como Frantz Fanon, su coterráneo y amigo, entendió los modos de la conciencia y la práctica del ser colonizado a partir de una mirada desnuda a su propia condición e historia de negro del Caribe, reflejado en Peau noire, masques blanques  (1952); así Glissant, por esos mismos años, en que escribirá La Lézarde –ya en Martinica, a la que retornó tras concluir sus estudios de filosofía en la metrópoli francesa–, o ya desde antes, cuando trabó amistad con el haitiano René Depestre en 1946, accedió también a una conciencia de la dimensión de su realidad: caribeña, colonial, marcada por la historia de la trata negrera y la esclavitud y por la intención metropolitana de homogeneizar la diversidad, de anular, en aras de la pretendida transparencia, la historia y la cultura de los pueblos todos concentrados en el área. 

Luego, para Glissant, los bordes de esta unidad descubierta en lo diverso se irán ampliando y superarán el mero marco de las Antillas para abarcar un proceso otro, la creolización, que se extenderá por el archipiélago del Mar Caribe todo, tocará las costas del sur de los Estados Unidos y penetrará, a través del Mississippi, en Louisiana, en la obra de William Faulkner. El libro de ensayos Faulkner, Mississippi (1996) es el continuador de Le discours antillais (1981) y de Poétique de la rélation (1990), escritos mientras Glissant fungía como director del Courrier de la Unesco, y sacaba el primer número de esta revista en créole.

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Los cubanos Margarita Mateo y Luis Álvarez en su excelente libro El Caribe en su discurso literario (Editorial Oriente, 2005) marcaban en su capítulo final que estilística y conceptualmente la cultura caribeña se haya vinculada al concepto de lo barroco, lo cual no solo define su propia identidad, sino el vínculo con América Latina. Para estos autores, evidencia de ello se encuentra en las obras ensayísticas de los escritores cubanos José Lezama Lima, Severo Sarduy y Alejo Carpentier que someten a extenso y comparado análisis desde una clave caribeña.

Sin embargo, en relación con América, una diferencia importante se hallaría para estos investigadores en el hecho de que, en el Caribe, lo barroco no se apoya en las culturas originarias (donde ya se daban “despliegue de formas infinitas (…) rejuegos con el claroscuro, la sobreabundancia de detalles, el dinamismo de la concepción y el sentido de lo infinito”, Mateo Palmer y Álvarez, p. 223). En el Caribe, lo barroco nace de la insularidad, de la inmensidad marina, de las genealogías laberínticas, de las mezclas de razas, de la superposición de culturas y mitos, de la voluptuosidad de la naturaleza, de la música y del humor, es decir, de la sobreabundancia (Cfr. Mateo Palmer y Álvarez, p. 224). Para entender este decurso de pensamiento, es válido recordar que el barroco alude a un universo no centrado y esta noción de la descentralización ha sido de suma importancia para los propios estudios culturales que se han enfocado con fruición en la literatura caribeña como campo extenso de estudio.

Tal línea de análisis apoya la idea de una esencialidad de lo caribeño que presupone, contiene lo barroco. Es decir que el Caribe, por su particular historia, ha ido incorporando como elemento sustancial la descentralización, privilegiando la ausencia de poderes y autoridades. Esta falta de centralidad también se extiende hacia las jerarquías culturales, raciales…; así como en la necesidad de asumir “un claro sentido misterioso de vivir”, según José Lezama Lima en La expresión americana, o un sentido de lo real maravilloso como vincula Alejo Carpentier, o incluso una expresión del realismo mágico consustancial a estas nuevas tierras, como desarrollara en su obra y ensayos el colombiano Gabriel García Márquez. Es decir que el barroco no se manifiesta únicamente como una voluntad de estilo, sino que se da como sustrato conceptual de propuestas identitarias en el Caribe, y no solo en las Antillas hispanas.

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Portadas revista Correo de la Unesco, bajo la dirección de Édouard Glissant.

Édouard Glissant durante los años ochenta publicó en las páginas del Courrier algunos pocos textos (7) de entre los que destaca “Breve filosofía del barroco mundial”, en el número monográfico que esta publicación dedicó al tema del barroco (p. 5, sept. 1987). Allí resalta al barroco como un arte que recurre “al contraste, al rodeo, a la proliferación, a todo lo que se mofa de la pretendida unicidad de lo conocido, y del sujeto cognoscente, a todo lo que exalta la cantidad repetida hasta el infinito”. En este sentido, remarca las nociones de la sobreabundancia, multiplicidad, descentralización.

Asimismo, para Glissant “la voluntad barroca se inserta en el vértigo de esa mezcla de culturas, de estilos, de lenguas” por lo que se constituye como la “forma diversificada de la Relación”, de la civilización universal en que todas las culturas se penetran y se influyen. En ese sentido, el barroco “histórico” prefiguró de manera profética “las profundas transformaciones de nuestro mundo actual”. Esa voluntad, como lo desarrolla en otros textos, es el impulso que se encuentra en los creadores del mundo creol, y no es meramente una cuestión de realización, sino una cuestión de visión, de comprensión de los procesos humanos de nuevo tipo en áreas que, como el Caribe, inauguran nuevas, constantes y diversas formas de contacto humano. De ahí la importancia que en la obra de este martiniqueño tiene la trilogía conceptual formada por el concepto de barroco vinculado al suyo propio de Relación, y al de creolización.

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Creo necesario hacer un aparte a la relación de Édouard Glissant con Cuba y muy particularmente con la Casa de las Américas que data de sus primeras visitas en 1976 como invitado al Encuentro de Escritores Latinoamericanos y del Caribe; y luego al Simposio sobre identidad cultural caribeña organizado por la Casa en el marco del Carifesta en 1979. Tales visitas se sustentaron también en su relación con Roberto Fernández Retamar (se conocieron en París y continuaron durante muchos años un intercambio epistolar) y con la poeta y amiga Nancy Morejón; así como en su obra publicada por el Fondo Editorial: en Palabra de esta América (disco Poesía y prosa en 1978), en la Colección Pasamanos (poemario Fastos y otros poemas en 2002) y en Colección Literatura Latinoamericana y Caribeña (libro de ensayos El discurso antillano en 2010); así como en las revistas Casa y Anales del Caribe.

Visita de Edouard Glissant a Cuba en 1976. Archivo Fotográfico de Casa.

En el año 2013, como parte del Coloquio Internacional La Diversidad Cultural en el Caribe, se organizó por el Centro de Estudios del Caribe, un Seminario Especial[2] dedicado a su vida y obra. Este espacio abrió sus sesiones con la intervención de Sylvie Glissant, su viuda quien, junto a la amiga y colega Nancy Morejón, compartió sobre su relación con Glissant desde las aristas de lo personal y de las empresas profesionales en las que estuvieron inmersos –entre las que se pueden nombrar la creación del Instituto Tout-Monde y la fundación del Premio Carbet de literatura–. El evento contó además con las conferencias de intelectuales del Caribe y Francia que se han dedicado al estudio de la obra de Édouard Glissant, entre ellos el recientemente fallecido trompetista, lingüista y filósofo martiniqueño Jacques Coursil quien, además, presentó una pieza de jazz inspirada en textos poéticos de Glissant, que forma parte de su disco Clameurs (2007).

A su vez se inauguró en esos días la portentosa exhibición Región interior. La Otra-América de Glissant-Lam-Cárdenas-Matta, en la Galería El Reino de este mundo de la Biblioteca Nacional José Martí. Con curaduría de Yolanda Wood, José Manuel Noceda, Kirenia Rodríguez Puerto y Ariel Camejo, trazó los caminos artísticos entre las obras escultóricas y plásticas de Wifredo Lam, Agustín Cárdenas y Roberto Matta a partir de la lectura crítica y enlazada que de ellos hizo Glissant. Por su parte, en la Casa Victor Hugo se presentó Le sang rivé –poemario en edición bilingüe con ilustraciones de Victor Anicet, artista martiniqueño– preparado por el Institut Tout-Monde para la ocasión en la forma de 50 ejemplares numerados.

Inauguración de la exposición Región interior. La Otra-América de Glissant-Lam-Cárdenas-Matta, Galería El Reino de este mundo, Biblioteca Nacional José Martí, mayo 2013.

Al año siguiente del Seminario Especial, en La Habana y con sede en Casa tendría lugar el Premio Carbet fundado por Glissant y a 25 años de su primera edición. En aquella ocasión el galardón recayó en Fabienne Kanor, autora martiniqueña quien, el pasado 2020, ganó el Premio Casa en la categoría de Literatura Caribeña en Francés o Creol y cuya obra (No soy un hombre que llora, traducida al español por Jesús David Curbelo) será presentada por el Fondo Editorial Casa en este año. 

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El pensamiento de Édouard Glissant se desliza como su propio apellido, escapando a cualquier definición de género literario, de corriente filosófica, de credo ideológico o religioso. Pero tanto compromiso hay en su obra y en su vida, aun cuando rehúya de toda coraza de generalización, como la hubo en la de Frantz Fanon, su amigo implicado en la guerra de Argelia y muerto con solo 36 años, y a quien coloca en el pórtico de Le discours antillais: “Tarea colosal la de inventariar lo real. Acumulamos hechos, los comentamos, pero ante cada línea escrita, ante cada proposición enunciada, tenemos una impresión de insuficiencia”. A esa tarea colosal de decir lo real retador y diverso, silenciado y mutante; a esa tarea de hacer la otra historia, la de los contactos humanos y los trazados repetidos en y contra el tiempo, dedicó Glissant su obra y su vida.


[1] Édouard Glissant : « Créolisation, identités, relation dans la Caraïbe », Anales del Caribe, 2004, La Habana, p. 191.

[2] Varias de las ponencias de este tremendo evento aparecerían junto a otros textos en la revista Anales del Caribe en su número correspondiente a 2017.


 


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