Rodolfo Alpízar: Los vía crucis del pasado y las preocupaciones por el futuro


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Rodolfo Alpízar Castillo, (La Habana, 1947) escritor, lingüista y traductor.

Tres de las novelas escritas por Rodolfo Alpízar Castillo, (La Habana, 1947) escritor, lingüista y traductor, padecieron un largo y penoso vía crucis, según sus propias palabras; una de ellas La sublime embriaguez del poder, terminada en 1996, esperó hasta el año 2009 para ver la luz.

La buena noticia es que Evangelios, encuentros y desencuentros, escrita en 2004, recientemente fue publicada por la editorial española Verbum, y Entre príncipes y habaneras, concebida entre 1998 y 2000, está al salir de la imprenta, bajo el sello Letras Cubanas.

Al parecer han terminado los vía crucis de las novelas de Rodolfo Alpízar, al menos por el momento.

Fue un gusto para el blog Cubarte, que el escritor nos contara estas tribulaciones, y a la vez, nos confiara sus desvelos acerca del futuro del idioma y de la educación de sus compatriotas.

Su primera novela fue…

Sobre un montón de lentejas (1989, Ediciones Unión), escrita entre 1985 y 1986; Max Figueroa (que la había leído y fue testigo del proceso de creación) me recomendó mostrarla a Enrique Saínz, quien la consideró buena y me indicó presentarla a Unión. Yo no era miembro de la uneac por entonces, pero la publicaron.

En 2000 apareció una edición portuguesa por la editorial Caminho, que publicaba a José Saramago y publica a varios grandes escritores. En 2009 Ediciones Boloña hizo una reedición. Esto es: tres editoriales de renombre la tuvieron por buena. En 2018 una editorial de Canadá la ha reeditado en español.

Pese a las reediciones y la traducción, salvo una nota muy generosa de José Antonio Michelena con motivo de la primera edición, y tres con motivo de la edición de Boloña (Maydelis Gómez Samón, Habana Radio digital; Sarahí García Contreras, Radio Rebelde digital, y Nydia Sabina Berenguer, boletín digital de la Oficina del Historiador), nada se ha escrito sobre esa novela en Cuba, y no se menciona cuando se habla de narrativa cubana de los ochenta y los noventa.

Cuénteme por favor, la historia de la novela La sublime embriaguez del poder, la primera marcada por lo que usted llama via crucis.

En 2017 apareció en México una edición en papel de esta, mi segunda novela, y en 2018 una edición como audiolibro (ISBN de México y de España). La edición cubana tiene fecha de 2008 (salida de imprenta en 2009).

El vía crucis de esta obra comienza con mi demora en escribirla: Me dio vueltas en la cabeza algunos años, redacté algunos capítulos, pero no me decidía a terminarla: porque temía decepcionar a mis lectores (había recibido muchos elogios acerca de Sobre un montón de lentejas). En 1996, una situación personal me obligó a refugiarme en la novela y la terminé.

Fue aprobada y editada por la editorial Letras Cubanas allá por 1996 o 1997. La edición fue de Dulce María Sotolongo, quien, por cierto, advirtió un grave error que se me había escapado. En 1999 se anunció a la prensa su salida, y apareció en el catálogo de obras de la editorial, mas el tiempo transcurría y el texto no pasaba al departamento de diseño, sin nadie explicarme por qué, y en junio de 2000 me devolvieron el original, por «una segunda lectura». También me devolvieron los originales de otra novela, De leyes y justicias, cuya aprobación me habían anunciado semanas antes.

Me quejé personalmente y en público con el ministro de Cultura y con el presidente de la Asociación de Escritores por entonces, pero nada ocurrió. Por no existir contrato editorial (tradicional violación de la Ley por nuestras editoriales), no pude establecer una demanda legal.

Si alguien duda de mis palabras, conservo los recortes de prensa con el anuncio de la salida de la novela, el catálogo donde aparece como obra publicada por Letras Cubanas y el original revisado por Dulce María.

Pasados unos años, volví a presentar la novela, y salió en 2009. Habían transcurrido veinte años desde la aparición de Sobre un montón de lentejas.

¿El otro vía crucis?

La novela Evangelios, encuentros y desencuentros, escrita entre noviembre de 2002 y octubre de 2004, que ha seguido un camino muy enrevesado. Gira alrededor de la figura del padre Bartolomé de la Casas, a partir de lo publicado en su contra a lo largo de siglos.

Está respaldada en una extensa investigación, pero el componente de ficción es fundamental, y está aderezada con dosis de humor, sátira histórica y erotismo. Por recomendación de algunas amigas, la llevé, con un ejemplar de Sobre un montón de lentejas, a Ediciones Boloña. Ambos textos fueron bien acogidos, pero se decidió publicar primero la ya conocida y dejar la otra en espera.

Como Letras Cubanas publicó La sublime embriaguez del poder por ese tiempo, y en Ediciones Boloña no había fecha para su publicación, decidí probar suerte y le presenté una copia de Evangelios… Su director tuvo la gentileza de adjuntarme la evaluación que la rechazaba: Era lo peor escrito en siglos (con otras palabras, desde luego).

Viendo los fragmentos citados por el evaluador, advertí que había leído menos de 50 páginas, de más de 200, con una lectura totalmente sesgada, al punto de afirmar cosas que no aparecen en mi texto. Hice la reclamación correspondiente por escrito, pero no volví a entregar el original, pues las evaluaciones en Ediciones Boloña eran altamente positivas y, en teoría, solo debía tener paciencia y esperar que llegara el momento de su publicación.

Un mal día, en Ediciones Boloña me informaron que la demora se debía a falta de financiamiento, y tuve una pésima idea: Buscarlo por mi cuenta. Olvidado de que tenía copia en casa, pedí el original para realizar gestiones con los dominicos cubanos (fray Bartolomé era dominico); pedí el texto en préstamo, pero el acta de entrega decía que lo retiraba de la editorial. Cuando al cabo de algunos meses fracasaron mis gestiones, me encontré sin financiamiento y sin editor para la novela.

Envié la novela al concurso de una editorial peruano-española. El director me informó que no quedaría entre los finalistas, pero le interesaba publicarla, y firmamos un contrato de edición. De repente recibí un mensaje de la encargada de editar la obra, que lo acusaba de acoso sexual y otras malas prácticas. Se sumaron otros mensajes de autoras y editoras. Escribí al director, preocupado, pero nunca me contestó.

Ante eso, decidí enviar un original a la editorial Oriente; meses después recibí una evaluación donde se afirmaba que ni siquiera con los «arreglos» propuestos por el evaluador mi obra sería publicable por esa editorial. La redacción de ese texto me recordó el de Letras Cubanas de años atrás, por los errores de lectura y la evidencia de que el evaluador no leyó la obra en su totalidad. Estoy convencido de que ambos se deben a una misma persona.

Como la editorial José Martí había publicado tres libros míos, presenté allí la novela, acompañada de una evaluación de Pablo Vargas, quien la había leído antes y volvió a leerla para proponerla. Se aceptó para publicación, pero hace unos dos años que espera ser editada. Sin muchas esperanzas de mi parte, por cierto.

Como final feliz, en 2018 envié la obra a la editorial Verbum, de España, y a finales de ese año apareció publicada, catorce años después de concluida. Verbum también ha publicado en 2018 la primera edición española de mi libro más vendido, Para expresarnos mejor.

¿Qué pasó después de estas experiencias?

Estuve varios años sin publicar (o sin que me publicaran), pero continué escribiendo, y después de 2009 no he sufrido más dificultades que las de cualquier escritor en Cuba, aunque una editorial me ha devuelto ya dos obras por falta de calidad (De leyes y justicias y Evangelios, encuentros y desencuentros).

Con el resto de las editoriales las relaciones son buenas. Por ejemplo, en 2010 Gente Nueva publicó Rafael y el caballito de madera, para niños. En 2012 apareció Empecinadamente vivos, por Letras Cubanas, y Ediciones Unión publicó Brindis por Virgilio, que acaba de publicarse en Miami, en mayo de 2019.

En 2015 la editorial José Martí publicó la novela de amor Habrá milagro. Antes, en 2012, me había publicado un libro de cuentos, Amorosos disparates, aberraciones para escoger.

Letras Cubanas publicó en 2016 Robaron mi cuerpo negro, mención en la versión del premio Alejo Carpentier 2014. También se agotó con rapidez (en la presentación se vendieron más de doscientos ejemplares). Con una fuerte carga de erotismo, es una recreación de las luchas de los esclavos por su liberación en 1843. Se basa en hechos reales, pero es obra de ficción. Su próxima publicación por una editorial de Puerto Rico ya está contratada, y tal vez aparezca en este año.

Tengo entendido que su próxima publicación también tuvo su vía crucis pero con otras características…

Es Entre príncipes y habaneras, que está al salir de la imprenta, también por Letras Cubanas, una combinación de novela histórica y sobre la actualidad del país, pero desde la ficción.

Escrita entre 1998 y principios de 2000, combina varios espacios temporales (década de los setenta del siglo xix en Cuba, siglo xix en Rusia, finales del siglo xx en Cuba…). A partir de una supuesta visita del futuro zar Alejandro III a Cuba (según se afirma en una placa en cierto lugar de la calzada del Cerro), se recrea parte de la historia de Cuba durante la primera guerra por la independencia, desde planos íntimos, no bélicos, a la vez que se describe la realidad cubana actual, en particular la habanera, todo combinado con historias de amor en ambas épocas y toques de erotismo y humor algo corrosivo.

Aunque durmió años en la editorial Letras Cubanas, no ha tenido otra mala suerte que la de depender de los plazos de edición de Cuba, de los recortes anuales en los planes de publicación, y de la ley no escrita que impide publicar a un autor en años consecutivos (solo no aplicada en excepciones por todos conocidas).

Cuando, por fin, fue a entrar en plan para salir en 2012, yo mismo pedí que en su lugar se incluyera Empecinadamente vivos, para que esta saliera mientras aún vivían mis informantes, pues se basa en parte en testimonios de participantes en las acciones recreadas (para mí, más importantes que los hechos históricos son los seres humanos que los realizan).

Por tanto, una nueva espera. Cuando volvió a «tocarle el turno», Robaron mi cuerpo negro recibió mención en el premio Alejo Carpentier 2014, y Rogelio Riverón me la pidió; le recordé que estaba pendiente Entre príncipes…, pero me convenció de que era más ventajoso que saliera Robaron mi cuerpo negro. De modo que mis príncipes y mis habaneras debieron esperar un par de años más. Pero ya culminó la espera: Ojalá sea recompensada con una buena acogida del público.

¿Escribe usted para algún lector en particular?

Mis novelas, salvo la escrita para niños (Rafael y el caballito de madera), no van dirigidas a un público en particular. Al escribir converso con un lector que gusta de leer y es capaz de introducirse en el mundo que le presento, aunque no esté repleto de acción o misterio; un lector que sigue la trama, pero también las ideas expresadas, que disfruta el buen uso del lenguaje y es capaz de dialogar y discutir con el narrador y conmigo, y a veces es narrador también y participa de la creación.

Mi lector ideal es inteligente y capaz de entenderme, de disfrutar lo que escribo y de discrepar de mis propuestas, sin que necesariamente sea un especialista. Tengo en cuenta los criterios de estos últimos en cuanto me sirven de apoyo en el trabajo, pero no escribo pensando en ellos. Acaso por esa razón ninguna de mis obras ha recibido el premio de la crítica, por más que todas han sido nominadas.

¿Cuáles son sus motivaciones esenciales para la escritura? 

No tengo un único tipo de motivación en mi trabajo, aunque, mirando el conjunto de mi obra, advierto que me detengo mucho en el aspecto psicológico de los personajes.

Cuando todavía era un estudiante, la lectura de los Episodios Nacionales, de Pérez Galdós me hizo desear ser capaz de realizar lo mismo que él con la historia de Cuba, pero con el tiempo me convencí de que la meta era superior a mis posibilidades. No obstante, y sin proponérmelo, una parte de mi novelística es histórica, como Empecinadamente vivos, Robaron mi cuerpo negro, Evangelios, encuentros y desencuentros, o contiene elementos históricos, como Sobre un montón de lentejas y Entre príncipes y habaneras.

Pero otras obras abarcan temas universales, y su acción no se ubica en un país determinado: La sublime embriaguez del poder (parodia sobre las novelas de dictadores) ocurre en algún lugar de América no especificado; en De leyes y justicias (que presenta una investigación criminal, pero no es novela policiaca, sino una reflexión sobre el delito de violación) no se dan indicios de dónde ocurren  los hechos; Habrá milagro (novela de amor, pero no novela rosa) transcurre en cualquier lugar del mundo, y Brindis por Virgilio también carece de referencias espaciales.

Mi novela más reciente, Estocolmo (que trata del maltrato físico y psicológico de una mujer por su marido y de la zona de confort que ella crea para sentirse bien consigo misma) tampoco se sitúa en ningún país; por cierto, está emparentada con De leyes y justicias y fue publicada en forma de audiolibro en 2018.

¿Para cuándo saldrá Estocolmo?

Está en espera del resultado de su evaluación por Letras Cubanas, aunque ya una editorial panameña me expresó su intención de publicarla.

¿Tiene entre manos algún texto nuevo asociado a la lengua española?

Hace años decidí descontinuar mi labor en el campo del idioma; solo la retomé para la última edición cubana y la primera española de Para expresarnos mejor, pues debí actualizar y adecuar el texto. Ello no significa que no me preocupe el uso del idioma en nuestro país.

¿Qué es lo que le preocupa?

El problema del español en Cuba va más allá del mal uso de esta frase o aquel vocablo, la entonación o la pronunciación. Incluye, entre otros elementos, tanto la pérdida del prestigio social del bien hablar como la desvalorización de los maestros y la avalancha de incorrecciones idiomáticas o de locución en los medios de difusión, imparable a pesar de los esfuerzos de algunos colegas.

Pienso que, mientras se otorguen masivamente carreras pedagógicas a alumnos que no muestren suficiencia para «algo mejor», y los maestros no reciban el respeto debido a su profesión (mientras ellos mismos no respeten la profesión y se sientan maestros en cada momento de su vida en sociedad), lo que incluye mejor salario y menos burocracia, la enseñanza seguirá siendo una carrera menospreciada, más profesores seguirán siendo malos ejemplos de hablantes (y hasta de ciudadanos), y el uso del idioma será vez peor.

Quien desee rebatirme, que me explique por qué se acude masivamente a repasadores pagados, si la enseñanza es gratuita (¿y de calidad?) en el país, y por qué hay déficit de profesores, si las facultades pedagógicas acogen a quien desee entrar en ellas.

Nunca olvido que en las escuelitas públicas mal habilitadas y de maestros pobres, adonde acudíamos los niños de mi extracción social, nos enseñaban a expresarnos con corrección, hacíamos composiciones escritas y orales casi todos los días y, si bien había maestros que asestaban reglazos para imponer la disciplina (no conocí ninguno), en cambio no hablaban a gritos, y menos lo hacían con groserías, palabrotas o gestos chabacanos. Vestían humildemente, pero con dignidad. Eran ejemplo de decoro y educación. Hoy en día están en extinción los continuadores de esa tradición. Quien no me crea, que pase cerca de cualquiera de nuestras escuelas, de cualquier nivel, y escuche y mire.

Mi preocupación actual no es, pues, el futuro del idioma, sino el de la educación de los cubanos, porque, si bien somos cada vez más calificados, dado el grado escolar que ostentamos, en cambio somos menos educados y menos capaces de expresar las ideas con claridad.


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