Historia y cultura de comienzos de marzo en la prensa insular


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El primer día del tercer mes del año registra cuatro acontecimientos de relevancia en la historia de la prensa insular, con indudable resonancia en la cultura insular,  durante el período comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Me refiero a la aparición, en 1853,  del periódico Revista de La Habana; la fundación, en 1886, de la publicación El Faro, en Caibarién; la primera edición, en 1917, de Correo Musical,  órgano del Conservatorio Nacional de la Música de La Habana; y  la creación, en 1950, de la revista La Voz Femenina.

El monstruo editorial del siglo XIX

Surgida en el año del nacimiento del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, y dirigida por quien posteriormente fuera su maestro, amigo, y padre espiritual, Rafael María de Mendive, el periódico Revista de La Habana, tenía entre su contenido  temas relacionados con las ciencias, la literatura, las artes, las modas, el teatro y otras expresiones artísticas y culturales, generalmente, redactadas por destacados intelectuales de la época, convirtiéndose en bastión fundamental en la formación de la identidad nacional. Por su trascendencia e importancia entre las publicaciones de aquel período fue considerado como “el monstruo editorial del siglo XIX”.

Este novedoso órgano, concebido en un formato de hoja común, de 8 ½ por 11 pulgadas, se prensaba en la Imprenta del Tiempo, ubicada en la Calle de Cuba número 110, en tanto sus grabados —verdaderas joyas de las artes visuales— se realizaban en diferentes casas litográficas de La Habana, entre estas las de La Marina; de Cuesta;  de Muget; de Bridoult;  Nacional; y de Bourrelier, entre otras. Aunque durante el breve tiempo en que vio la luz, la calidad de sus textos sobresalía entre el resto de los que aparecían en otros medios que circulaban alrededor de la mitad del siglo XIX, pero, con respecto a su contenido gráfico, no se observa igual suerte, indudablemente debido a las dificultades existentes para sostener este recurso distintivo en La Revista de La Habana.

Entre esas láminas de incalculable valor artístico e histórico ser destacan, entre muchas más, la de la Iglesia y Plazuela de Monserrate, la Iglesia nueva y Monasterio de Ursulinas,  la Glorieta de Puentes Grandes, los retratos de Cristóbal Colón, Félix Varela y Domingo del Monte; además de una  vista del interior de la Iglesia del Santo Sepulcro y una reproducción de la Virgen de la Silla, de Rafael.

Publicada quincenalmente, entre marzo de 1853 y marzo de 1857, entre sus firmas aparecieron las siguientes: R. M. Mendive, Bachiller, J. R. de los Reyes, A. Poey, R. Zambrana, José de la Luz, Suárez Romero, José M. Mestre, P. Guiteras, Ramón de Palma, B. Galvez, J. J. Jorrin, R. Piña, J. I. Rodríguez , G. Morales y otros, todos cubanos.

Por la profundidad de sus textos, Revista de La Habana propició el desarrollo de la literatura insular, en tanto se propuso incentivar el buen gusto entre sus lectores, gracias a trabajos de alta valía como los titulados  Apuntes para la Historia de las Letras, de Antonio Bachiller y Morales; La Filosofía de Varela, Mis creencias; y reflexiones sobre la naturaleza del hombre y Diferentes épocas  de la poesía en Cuba, de Ramón Zambrana; Cantares de Cuba y Obras de José Jacinto Milanés, de Ramón de Palma; así como Influencia de la mujer en la sociedad cubana, de Juan Guiteras Gener;  memorables discursos del Padre Vareta y muchos otros artículos, reseñas y comentarios críticos.

Sus editores, el propio Mendive y José de J. Q. García, en la primera página del número inicial de la revista expresan que “el público que tan presuroso ha corrido a inscribirse en nuestras listas de suscrición (sig), ha comprendido bien nuestra idea, y nos ha animado con su probación implícita; y al mismo tiempo nuestros literatos, toda nuestra juventud estudiosa han mostrado cuanto en su pensamiento estaba el nuestro, según la gracia sin igual y exquisita bondad con que ha respondido al llamamiento que osamos hacerle”.

El Faro, en la naciente Caibarién

Un primero de marzo, pero de 1886, en Caibarién —fundada el 26 de octubre de 1832—, término municipal de la entonces provincia de Las Villas, se funda El Faro, Periódico literario, bisemanario, dirigido por Emilio Ayala y Ruiz, Juan Jorge Sobrado y Alejandro Menéndez, cuya aparición fue promovida por la inmigración canaria para defender las ideas liberales. Su salida se mantuvo hasta el año 1887 —aunque solo aparece registrado hasta el número correspondiente al 26 de diciembre de 1887— y en sus páginas  se abordaban asuntos de  intereses generales y locales; así como noticias referentes a esa provincia del centro del país.

Estimulados por el auge de las publicaciones periódicas en casi todo el archipiélago nacional y por la promoción de la literatura local que caracterizaba a otros medios precedentes, de ese y otros territorios de Cuba,  este órgano se identificaba por su corte “literario”, aunque no fue precisamente por esa intención que trascendió entre la prensa insular.

El Faro surge en medio de una naciente efervescencia económica y social en Caibarién, luego de que 13 años antes, el  31 de agosto de 1873 a esa localidad se le concedió el título de Villa y el 1 de enero de 1879 se constituye el ayuntamiento, siendo su primer alcalde Don Hipólito Escobar Martelo. Es la segunda publicación de importancia en ese territorio, luego de que el 17 de julio de 1878 vierta la luz El Porvenir, cuando ya habían transcurrido 129 años de que la  imprenta llegara a Cuba y  46 de que se fundara Caibarién.

El periódico El Faro, que de alguna manera contribuyó al desarrollo de la imprenta en esa naciente urbe, tenía una limitadísima impresión de ejemplares, especialmente dirigidos a los lugareños y a los vecinos de Remedios, aunque también era conocido en la capital de Las Villas. Vale destacar que en  el año 1837 Caibarién solo contaba con 103 habitantes, de ellos 88 blancos y 15 negros, que vivían en 32 casas; cifra que fue incrementándose con la llegada de emigrantes de España y de otras zonas de Las Villas, y a finales del siglo, XIX, en 1899, contaba ya con una población de 8 mil 850 habitantes.

En las páginas de este medio de prensa aparecían notas e informaciones sobre acontecimientos relacionados con el ferrocarril, el cual había sido creado allí y en Remedios en el año 1851, a solo 3 años de haberse establecido en España y a los 21 del inaugural en el mundo. Su primera estación se hallaba en la cuadra de las Calles Martí (hoy Avenida 5) y María Escobar (Avenida 7), de donde partía la línea, siguiendo por la calle de Martí hasta Padre Varela (Calle 10) y allí torcía para entrar en el parque Gómez Zayas, y posteriormente pasaba a la Calle de Falero (Calle 12) para cortar la siguiente manzana y dirigirse luego por Independencia hasta salir del pueblo por el Cementerio. De tal modo, en cada una de sus ediciones se informaba sobre la llegada o salida de personalidades ilustres, valiosas cargas, accidentes, reyertas y otros acontecimientos.

Aquel pintoresco poblado —situado en la costa noroeste de la antigua provincia de Las Villas—, también conocido como la Villa Blanca, la Ciudad de los Cangrejos o la Capital de las Velas, desde entonces se distinguía por sus centenarias tradiciones marineras, época en que comenzaba a desarrollarse la ciudad con un distintivo  trazado en la construcción de los edificios —muchos de ellos grandes almacenes para el azúcar—, de concepción neoclásica, linealmente recto, gracias a la  creciente actividad comercial del puerto iniciada a partir de 1851, en lo que poco más tarde, entre 1853 y 1856, contribuyó la caída del mercado azucarero norteamericano en Luisiana.

El periódico igualmente incluía en sus páginas reseñas sobre la construcción de esos edificios que desde mediados del Siglo XIX  iban dando vida a la localidad —algunos de ellos se conservaban hasta hoy—, en tanto sostenía un interés editorial que enfatizaba en el desarrollo local, iniciado allí cuando los productores asentados en la villa emprendieron la plantación azucarera.

Entre 1850 y 1860 en Caibarién se realizaron importantes obras de beneficio social, como la construcción del primer cementerio, la parroquial de la Inmacualda Concepción, el alumbrado de aceite de carbón y seis muelles en el puerto, uno de estos propiedad norteamericana, al tiempo que se establecieron el correo diario y la comunicación telegráfica, en tanto comenzaron a circular los primeros sellos de correo, movimientos que en 1886  habían alcanzado gran auge y sobre los que El Faro mantenía actualizados a sus lectores.

Las entradas y salidas del puerto, con azúcar, miel de purga, miel de abeja, y otros productos, también eran reflejados en las ediciones de este medio de prensa, vocero del puerto en el que existían cinco muelles, seis almacenes y un alambique, en tanto funcionaba con éxito productivo el ingenio Lapeyre

El célebre cirujano D.D. Delaney, quien recurrentemente publicaba en el periódico El Criterio y colaboraba con casi todas las redacciones caracterizadas por su costumbrista, satírico, científico, literario y artístico que circularon en esa localidad, y otras vecinas, también escribió para este periódico, en el que de vez en cuando aparecieron textos de Facundo Ramos y Ramos, considerado el decano de los médicos y periodistas de esa jurisdicción, amén de los trabajos de sus dueños-editores Emilio Ayala y Ruiz, Juan Jorge Sobrado y Alejandro Menéndez.

El órgano del Conservatorio Nacional de la Música de La Habana

Otro primero de marzo, de 1917, nació el Correo Musical, órgano del Conservatorio Nacional de la Música de La Habana, dirigido por el prestigioso músico y pedagogo de procedencia holandesa, Hubert de Blanck —su nombre verdadero era Hubertus Christian de Blanck Valet—, autor de Patria, la primera ópera referida a la independencia de Cuba.

Correo Musical tuvo dos etapas: 1917-1918 y 1928. Apareció quincenalmente y a mediados del 1918 varió su periodicidad a mensual. Entre sus objetivos fundamentales —según consta en su primera edición— estaba “estrechar aún más las relaciones profesionales entre los que cultivan nuestro arte, cooperando en lo posible a enaltecer la cultura artística existente, y ofrecer, a la vez a nuestros favorecedores, una lectura fácil e interesante para el hogar”.

Al reiniciarse diez años después, en noviembre de 1928, “resurge a la luz pública sin compromisos de ninguna clase” y “aspira a ofrecer a sus lectores la más completa información sobre todos los conciertos, actos culturales, veladas, exámenes, etc., etc., que se efectúen en todo el territorio nacional”. Subtituladas en sus dos períodos de existencia, primero como “Publicación artística universal” y después “Revista mensual ilustrada”, era editada por la empresa Correo Musical; según apunta la reconocida ensayista, crítica literaria e investigadora de figuras y temas de literatura cubana, Cira Romero, una de las más acreditadas estudiosas de la prensa nacional, en un texto publicado en  La Jiribilla bajo el título Una revista de y para la música: Correo Musical.

En las páginas de esta revista aparecieron trabajos de reconocidas personalidades de las letras y la música, como Luis Alejandro Baralt, Reneé Méndez Capote, Jesús J. López, Tomás Jústiz del Valle, Regino E. Boti, Joaquín Nin y José Manuel Poveda,

“Correo Musical se inscribe en la vasta tradición musical de Cuba, que también dio cabida a este tipo de material divulgativo dirigido a los interesados en esta manifestación artística”, subraya Cira Romero.

Un semanario para las féminas

En esta misma fecha, primero de marzo, en 1950, con frecuencia semanal se publicó  en La Habana La Voz Femenina, dirigida por Amelia Hernández Clavereza; revista que se unió a otras existentes en esa época como Ellas (1934); Romances (1936), fundada y dirigida por Sara Viñas; Vanidades (1937), quincenal dirigida por Virginia del Portal y otras con perfiles parecidos.

Aunque La Voz Femenina se insertó dentro del amplio espectro de publicaciones destinadas a las féminas, esta no se destacó por un perfil editorial en defensa de los derechos de la mujer, sino más bien se dedicó a informar y actualizar sobre la moda, las recetas de cocina, la vida social de la burguesía capitalina y sobre eventualidades relacionadas con personalidades reconocidas de la música y el cine.

En el Boletín oficial de la Propiedad Industrial, del Ministerio de Comercio, se da fe del Certificado de Propiedad de esta revista, con fecha 21 de marzo de 1953, el cual había sido solicitado el 21 de septiembre de 1951 por su dueña y directora, Amalia Hernández, cuya redacción se encontraba en la Calle Morro número 5, en La Habana Vieja.

El 15 de noviembre de 1961 aparece la revista Mujeres editada por la Federación de Mujeres Cubanas, con un perfile alejado de las frivolidades que caracterizaron a esta y otras publicaciones existentes en Cuba antes del triunfo de la Revolución Cubana.


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